La invasión rusa a Ucrania ha desatado una serie de sanciones de todo tipo, sobre todo económicas, diplomáticas, políticas y comerciales. Sin embargo, otros aspectos que marcan la identidad de Rusia, como su arte y cultura, han sido arrastrados hacia la cancelación por el conflicto bélico, a pesar de que no tienen ninguna relación con la situación actual. A raíz de esto, las redes sociales se manifestaron en contra de la acción de universidades, teatros y otros espacios.
Alejo Schapire, periodista franco-argentino que reside en París, repudió la medida insólita de varias instituciones de renombre mundial. “¿Están cancelando a autores decimonónicos, cine clásico, platos de comida (canadiense, llamado poutine) y ballet ruso. ¿Son idiotas?”, posteó en su cuenta de Twitter. La misma lógica corre con las federaciones deportivas internacionales, al censurar cada vez más las participaciones de los atletas en competencias.
Cultura de la cancelación
La Universidad Biocca de Milán, en Italia, suspendió un curso sobre el escritor Fiodor Dostoievski como reacción para defender a Ucrania. El catedrático que prepara y da el seminario, Pablo Nori, reaccionó contra la institución. “Lo que está pasando en Ucrania es horrible y me dan ganas de llorar con solo pensarlo. Pero estas cosas aquí son ridículas: una universidad italiana que prohíbe un curso sobre Dostoievski, no podía creerlo”, lamentó.
“Hoy en día, no solo está mal ser un ruso vivo en Italia, sino también ser un ruso muerto”, afirmó Nori, quien también remarcó que el acto de la universidad es, simplemente, una “censura”. Finalmente, la Universidad Biocca decidió retractarse de la decisión y permitirle al profesor dictar el seminario, pero dejó un sabor amargo sobre cómo se tratan este tipo de cuestiones.
Otra institución que asimiló la “cultura de la cancelación” fue la suspensión de la película “Solaris”, una película de ciencia ficción soviética realizada en 1972 por Andréi Tarkovski. La decisión fue tomada por la Filmoteca de Andalucía, en España. Manuel Lombardo, poeta español, reprendió la decisión. “Los responsables de la institución pública no solo se la cogen con papel de fumar y son unos (auto)censores en toda la regla, sino que, además, desconocen por completo la Historia del Cine y las particulares circunstancias de Tarkovski con la Rusia soviética”, remarcó.
El Teatro Real de España también canceló las presentaciones del Ballet Bolshoi, con motivo del “conflicto bélico desatado por Rusia en Ucrania, que está originando una grave crisis en el mundo y una dolorosa emergencia humanitaria”. Pese a que el director de la compañía de ballet, Vladimir Urin, está a favor de Ucrania, la institución fue firme con la cancelación.
Reino Unido también decidió cortar lazos con el arte ruso. En la región, se frenó la gira que tenía en marcha el Ballet Estatal de Siberia. Además, la Royal Opera House de Londres ha anulado la temporada de danza del Bolshói en verano. Las mismas presiones recibieron desde otros países europeos, algo que preocupa a la rama artística a nivel mundial.
¿En qué beneficia esto a Ucrania?
Argentina ha hecho lo suyo. Una heladería de Córdoba Capital decidió retirar el sabor crema rusa de su catálogo de sabores. Un restaurante de Carlos Paz, también en la provincia de Córdoba, sacó la ensalada rusa de su menú. Si bien dijeron que lo hacían «en solidaridad con Ucrania», fueron criticados en las redes por no aportar nada real a la causa.
Ahora, el debate es: ¿cuál es el sentido de cancelar la identidad de Rusia?, ¿suma algo a la solidaridad con Ucrania? Muchos usuarios de las redes han cuestionado las intenciones de cancelar todo lo relacionado con el país, sin valorar la importancia de su aporte a la cultura. Cortar con el arte y el deporte (como la expulsión del seleccionado ruso de la Copa Mundial de Fútbol) son discusiones que abren la reflexión sobre la forma de enfrentar una situación de guerra.