El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y su contrincante de extrema derecha, Marine Le Pen, se disponían a hacer este viernes los últimos llamados a los votantes indecisos, antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se disputarán el domingo.
Según los últimos sondeos, el miedo puede ganar la partida al odio: Macron, centrista y proeuropeo, aventaja a su contrincante antiinmigración y euroescéptica por entre 10 y 14 puntos, muy por encima de los márgenes de error. No obstante, el hecho de que casi tres de cada diez votantes digan que no van a votar o que no se han decidido, significa que no se puede descartar del todo una victoria sorpresa de Le Pen.
Cuatro sondeos diferentes publicados el jueves y el viernes, tras un tenso debate televisivo, mostraron que Macron se mantenía estable o subía levemente hasta alcanzar entre el 55,5% y el 57,5%. No obstante, también sitúan el índice de participación entre el 72% y el 74%, que sería el más bajo para una segunda vuelta presidencial desde 1969.
Tenso debate
En el debate televisivo, Macron dijo que una presidencia de Le Pen tendría consecuencias desastrosas. Destacó su pasada admiración por el presidente ruso Vladimir Putin y sostuvo que ella sigue queriendo sacar a Francia de la Unión Europea, informó Reuters.
Le Pen, cuyas políticas incluyen la prohibición de los pañuelos musulmanes en público, dar prioridad a los ciudadanos franceses en los puestos de trabajo y las prestaciones, y limitar las normas europeas sobre los viajes transfronterizos, dice que Macron encarna un elitismo que ha fallado a la gente corriente.
A pesar de un sistema de bienestar más generoso que la mayor parte del mundo, el apoyo masivo a los hogares franceses durante la pandemia y los topes a la factura del combustible para compensar el alza de precios de la energía, el costo de la vida surgió como el principal asunto de campaña de las elecciones.
Aunque los datos muestran que todos los hogares, excepto el 5% más pobre, están en mejor situación que hace cinco años, los analistas dicen que el hecho de que el poder adquisitivo se haya estancado durante una década puede haber dejado una sensación arraigada de que la gente no puede salir adelante.
Esto se ha combinado con el estilo de liderazgo a veces prepotente de Macron y la percepción entre muchos votantes de izquierda de que cambió rápidamente a políticas económicamente liberales poco después de ser elegido, alienando a todo un sector del público.