La muletilla de Gerardo Morales es “en Jujuy logramos la paz social”. Cuando dice esto se refiere a la polémica encarcelación de Milagro Sala y otros miembros de la Túpac Amaru. Además, a las decenas de causas iniciadas a los dirigentes de movimientos sociales por marchar y protestar contra las políticas del Gobernador, que hundieron a la provincia en una pobreza, rubricada por el Indec, del 36,6%.
Pero la tan mentada paz social sólo es un mecanismo de presión a los movimientos sociales, que, pese al discurso del mandatario provincial, siguen realizando manifestaciones en distintos puntos de Jujuy. Dicen que la mejor forma de conocer una ciudad es consultarle a un taxista cómo funciona, pues bien, la semana pasada fueron los mismos taxistas los que cortaron distintas calles de la ciudad.
Los choferes denunciaron que son “rehenes porque si decimos algo, podemos tener consecuencias y es preocupante esta situación”. Así esta Jujuy. Es una caldera a punto de estallar. Sólo la contienen las detenciones y constantes amedrentamientos a los dirigentes sociales que se animan a protestar contra Gerardo Morales. Aun así, la situación se le fue de las manos al Gobierno, que este mes, según la Policía de Jujuy, padeció 12 protestas en 24 días hábiles, que se repartieron en distintos puntos de la provincia, entre ellas la toma de la Municipalidad de Pampichuela.
Por eso el sistema de presión judicial de Morales necesita de la reforma del Superior Tribunal. Para legitimar las detenciones y la represión policial. Para muestra sobra un botón, repetían como mantra nuestras abuelas, en marzo los movimientos piqueteros paralizaron la provincia “pacificada” de Morales, pidiendo trabajo y comida. Tras las protestas fueron detenidos 15 manifestantes, entre ellos una mujer embarazada que estuvo dos días presa.
Las detenciones “pacificadoras” del precandidato presidencial no tuvieron el efecto deseado, porque desde fines de marzo hasta ahora las protestas se han ido multiplicando. El cerco informativo que blinda al mandatario ya dejó de surtir efecto, sobre todo cuando, al menos dos días a la semana, la ciudad se vuelve intransitable por las protestas.
La gente se pregunta en las calles “¿hasta cuándo vamos a seguir con el centro cortado?”, los movimientos sociales protestan preguntando “¿hasta cuándo seguirán deteniendo a los que se animan a enrostrarle a Morales sus errores?”. Mientras tanto el Gobernador sigue de gira por todo el país, vendiendo una provincia pacificada que desde marzo no tiene un solo minuto de paz genuina.