CATAMARCA.-(Por Juan Carlos Andrada) El despliegue de 15 o 20 camionetas de alta gama que acompañan la obscena caravana del gobernador Raúl Jalil contrasta fuertemente con la pobreza de los departamentos del interior de Catamarca. Es imponente el desfile del parque automotor que debe oscilar entre los 100 y 140 millones de pesos en estas comunidades chicas. Cuanto más pobre es el pueblo, más resalta la ostentación del Gobernador y comitiva, aspecto que el oficialismo no registra o exhibe con desfachatez.
Las visitas de Jalil (FT) son cortas y sin mucha publicidad. Nadie sabe a qué hora llegó y en qué momento se fue. Casi para la “foto” con los anfitriones que tampoco tienen mucho que mostrar. En definitiva, anuncios de obras y pocas inauguraciones atento a que los problemas con los servicios básicos siguen siendo crónicos. De manera que el movimiento logístico no justifica la cantidad de personas que lo acompañan ni mucho menos el exorbitante gasto del Estado.
Solo un cálculo de 7 millones de pesos cada camioneta de la comitiva oficial, estaríamos superando los 100 millones de pesos. 10, 15, 20 camionetas a toda velocidad hacen una suerte de rally por el interior de los caminos de Catamarca porque el Gobernador tiene una agenda muy apretada, lo esperan en otra localidad. También puede ser una excusa protocolar bastante gastada o rebuscada para evitar el contacto con los vecinos.
Aparte de ser costoso el viaje, el Gobernador no tiene relación con los ciudadanos para escucharlos. La versión del pueblo que conoce Jalil es la que le da el intendente o punteros políticos que la mayoría de las veces no coincide con la realidad. Ese aspecto había sido acentuado con la pandemia, cosa que le vino bien a Jalil que no soporta el reclamo de la gente, pero esa falta de empatía lo presenta lejos de los votantes y con pocas chances de reelección.
El martes pasó una comitiva por Hualfín (fotos y videos que acompañan este artículo de El Intransigente). El Gobernador estuvo en Belén tipo “visita de médico”. Corta y cara. El problema es que el “paciente” (el pueblo) no mejora. Tiene entumecidos los miembros y no camina. Todo fue muy rápido. Ya casi yéndose, Jalil gritó desde su vehículo de alta gama que no se preocupen porque tenía un remedio para esta parálisis o que en su defecto conseguiría una silla de ruedas. Tras comer y beber lo que había en la heladera, no dijo ni chau.