Monesa Mubarez no va a renunciar fácilmente a los derechos que ella y otras mujeres en Afganistán que ganaron durante 20 años de gobierno respaldado por Occidente. Antes de que el movimiento talibán islamista de línea dura regresara al poder hace un año tras la salida de Estados Unidos, se desempeñaba como directora de monitoreo de políticas en el Ministerio de Finanzas.
Fue una de las muchas mujeres, principalmente en las grandes ciudades, que obtuvieron libertades que las de una generación anterior no podrían haber soñado bajo el anterior gobierno talibán, a fines de la década de 1990. Ahora Mubarez no tiene trabajo, después de que la estricta interpretación de la ley islámica por parte de los talibanes limitara severamente la capacidad de las mujeres para trabajar.
Esta ley les obligara a vestirse y actuar de manera conservadora y cerrara las escuelas secundarias a las niñas en todo el país. Bajo el nuevo gobierno, no hay mujeres en el gabinete y el Ministerio de Asuntos de la Mujer fue cerrado. «Terminó una guerra, pero ha comenzado la batalla para encontrar un lugar legítimo para las mujeres afganas… alzaremos nuestra voz contra cada injusticia hasta el último aliento», expresó quien es una de las activistas más destacadas en Kabul.
A pesar del riesgo de palizas y detenciones por parte de miembros talibanes que patrullaban las calles en las semanas posteriores al derrocamiento del gobierno respaldado por Occidente, participó en varias protestas que estallaron, decidida a proteger sus derechos por los que tanto ha luchado. Esas manifestaciones se han calmado: la última en la que participó Mubarez fue el 10 de mayo, informó Reuters.
Pero ella y otras se reúnen en casas en actos privados, discutiendo los derechos de las mujeres y alentando a otras a unirse a la causa. Tales reuniones habrían sido prácticamente impensables la última vez que los talibanes gobernaron Afganistán. Durante una de esas reuniones en su casa en julio, Mubarez y un grupo de mujeres se sentaron en un círculo en el piso, hablaron sobre sus experiencias y corearon palabras como «comida», «trabajo» y «libertad» como si estuvieran en un evento al aire libre.
«Luchamos por nuestra propia libertad, luchamos por nuestros derechos y estatus, no trabajamos para ningún país, organización o agencia de espionaje. Este es nuestro país, esta es nuestra patria, y tenemos todo el derecho a vivir aquí», explicó. La representante de ONU Mujeres en Afganistán, Alison Davidian, dijo que historias como la de Mubarez se repiten en todo el país.
«Para muchas mujeres de todo el mundo, salir por la puerta principal de su casa es una parte normal de la vida», dijo. «Para muchas mujeres afganas, es extraordinario. Es un acto de desafío», agregó. Si bien las reglas sobre el comportamiento de las mujeres en público no siempre son claras, en centros urbanos relativamente liberales como Kabul a menudo viajan sin un acompañante masculino.
Punto de fricción
El trato de los talibanes a las niñas y mujeres es una de las principales razones por las que la comunidad internacional se niega a reconocer a los nuevos gobernantes de Afganistán, cortando miles de millones de dólares en ayuda y exacerbando una crisis económica.
Altos funcionarios de varios ministerios explicaron que las políticas con respecto a las mujeres fueron establecidas por los principales líderes y se negaron a hacer más comentarios. El liderazgo talibán ha dicho que todos los derechos de los afganos estarán protegidos dentro de su interpretación de la sharia.
Los grupos de derechos humanos y los gobiernos extranjeros también han culpado al grupo de abusos y miles de muertes de civiles mientras luchaba contra una insurgencia contra las tropas extranjeras lideradas por Estados Unidos y las fuerzas afganas entre 2001 y 2021.
Los talibanes manifestaron que se resistían a la ocupación extranjera y, desde que regresaron al poder, prometieron no perseguir venganzas contra antiguos enemigos. En los casos en que se denunciaron represalias, los funcionarios dijeron el año pasado que investigarían. Afganistán sigue siendo el único país del mundo donde las niñas tienen prohibido asistir a la escuela secundaria.