La Confederación General del Trabajo (CGT) finalmente no se reunirá con el consejo directivo para resolver nuevos pasos a seguir tras el ataque a Cristina Kirchner. En medio de un clima de tensión e internas, la negociación iba a girar en torno a una posible medida de fuerza propia para el próximo miércoles 7 de septiembre. Sin embargo, se desestimó ir a un paro general por falta de apoyo de la mayoría de los sindicalistas.
«Frente a la respuesta contundente de los trabajadores a la convocatoria efectuada y por las razones expuestas en la última reunión, corresponde dar por superada la reunión del Consejo Directivo convocada para el día de hoy, seguir la evolución de los acontecimientos y mantener el estado de alerta«, informaron. El comunicado emitido contó con la firma de sus tres secretarios generales, acorde consignó NA.
La CGT histórica se impuso sobre la combativa
De esta forma, triunfó la voluntad del ala conservadora y longeva de la CGT, representada por los triunviros Héctor Daer (Sanidad) y Carlos Acuña (Estaciones de servicios). Se impusieron ante sectores más combativos, que son encarnados por el tercer cogobernante Pablo Moyano. Paro general con movilización era la propuesta que buscó motorizar sin éxito el camionero, cuyo acercamiento al kirchnerismo dista cada vez más de la postura de sus pares.
La postura de Moyano hijo era compartida por su disidente grupo integrado por Omar Plaini (Canillitas), Héctor Manrique (SMATA), y el nuevo ministro de Trabajo del gobierno de Axel Kicillof en la provincia, Walter Correa (Curtidores). Además, contaba con Sergio Palazzo (Bancarios), Vanesa Siley (Judiciales) y Abel Furlán. Este último, hace pocos meses, desplazó al histórico dirigente Antonio Caló al frente de la UOM.
Posturas dentro del organismo
Desde la CGT sostuvieron que el apoyo institucional a Cristina Kirchner, quien siempre se mostró distante del sindicalismo tradicional, fue el adecuado. Primero, con la publicación de una carta en la que rechazaba el «show mediático» de la causa Vialidad por corrupción que enfrenta de sus años como mandataria. Luego, con el inmediato respaldo al ataque que sufrió la vicepresidenta en su domicilio en Recoleta por un hombre armado que no logró dispararle.
Las voluntades sindicales vuelven así a desencontrarse tras varios meses de fisuras y ante un nuevo escenario político incierto por el atentado contra Cristina Kirchner, cuyo gobierno -pese a las diferencias- es socio de la CGT. Los grupos conservadores destacaron “el rápido respaldo a la vicepresidenta”. No obstante, entendieron que una nueva marcha «iba a dejar a la CGT muy supeditada a la agenda del kirchnerismo duro” en medio de un contexto complejo para los trabajadores.
El sindicalismo clásico, así, declinó dar un paso contundente en las calles en nombre de la vicepresidenta. Los sectores fuera del radar de Pablo Moyano prefirieron la cautela para enfocarse en la «agenda laboral», que tiene pendiente el debate por un nuevo sistema mixto entre paritarias y bonos para aumentar sueldos, y en el programa económico de Sergio Massa. El ministro ya aplicó una quita millonaria de fondos públicos para las obras sociales gremiales.