Este martes, los sindicatos de Francia iniciaron una huelga nacional para pedir un aumento de los salarios, con una inflación en sus máximos de décadas. Un duro momento para el presidente Emmanuel Macron, uno de los desafíos más complicados desde su reelección en el mes de mayo.
El paro, que afectará principalmente a sectores públicos como las escuelas y el transporte, es una extensión de la acción industrial que se ha prolongado durante semanas, interrumpiendo las principales refinerías de Francia y amenazando el suministro de las gasolineras.
Los líderes sindicales esperan que los trabajadores se animen con la decisión del Gobierno de obligar a algunos de ellos a volver a trabajar en los depósitos de gasolina para intentar que el combustible vuelva a fluir, una medida que, según algunos, pone en peligro el derecho a la huelga.
La CGT ha convocado paros por cuarta semana en TotalEnergies, a pesar de que la petrolera llegó el viernes a un acuerdo con otros gremios. El sindicato exige un aumento salarial del 10%, alegando la inflación y los enormes beneficios de la empresa. Eurostar dijo que iba a cancelar algunos trenes entre Londres y París debido a la huelga, informó Reuters.
Las huelgas se producen en un contexto político tenso, ya que el Gobierno francés se dispone a aprobar el presupuesto de 2023 «utilizando poderes constitucionales especiales que le permitirían eludir la votación en el Parlamento», según explicó el domingo la primera ministra, Élisabeth Borne.
Miles de personas salieron el domingo a las calles de París para protestar contra la subida de los precios. El líder del partido de izquierda La France Insoumise, Jean-Luc Mélenchon, marchó junto a la ganadora del Premio Nobel de Literatura de este año, Annie Ernaux. El izquierdista instó a participar en la huelga general de este martes.