El jefe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el argentino Rafael Grossi, reconoció que «es difícil, pero necesario» establecer una zona de protección alrededor de la central nuclear Zaporiyia en Ucrania, ocupada por las fuerzas de Rusia y blanco de bombardeos.
Con ese objetivo dialogó en las últimas semanas con los presidentes de ambos países en guerra. «Desde su profundo y radical desacuerdo reconocen que debe protegerse la planta», expresó Grossi a Télam. El diplomático dijo que lo que está en juego es «la posibilidad de un accidente nuclear con consecuencias radiológicas importantes para la población de ambos países».
Manifestó que si algo sucede, no tendremos otra opción que culparnos a nosotros mismos, a los que lo hayan hecho y a los que no hayan aceptado escuchar la voz de lo que proponían una solución». «Lo que estamos viendo en Ucrania es una configuración muy parecida a la de la Segunda Guerra Mundial, con trincheras, artillería pesada, bombardeos durante horas y horas a una posición para ganar algunos metros y volverla a perder», comparó Grossi.
El jefe de la OIEA visitó Ucrania y la planta de Zaporiyia la semana pasada junto a un equipo de la organización, que permanece allí de forma permanente para velar por la seguridad de la planta. «Hay muchas cosas en juego. Recordemos lo que pasó con Chernobil donde hubo consecuencias bastante amplias en cuanto al espacio geográfico. Está en juego también en cierto modo la viabilidad del sector nuclear», agregó.
«El factor de los trabajadores es muy importante. He intervenido por ellos, como en el caso del director general de la planta que fue privado de su libertad durante largas horas e hice gestiones bastante intensas para su liberación. La puja geopolítica no va a pasar por lo que pase con los empleados», aseveró.