Este martes, los estudiantes universitarios de Irán siguieron adelante con las huelgas de brazos caídos en apoyo de las mayores protestas desde la revolución islámica de 1979, ignorando las duras advertencias de las fuerzas de seguridad y una sangrienta represión.
La República Islámica enfrenta continuas manifestaciones antigubernamentales desde que Mahsa Amini murió bajo la custodia de la policía de la moral hace siete semanas tras ser detenida por llevar ropa considerada «inapropiada». Las huelgas de brazos caídos tenían lugar en varias ciudades y que formaban parte de una revuelta popular que pedía la muerte del líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei.
Las protestas, uno de los desafíos más audaces a los dirigentes clericales de Irán en décadas, han ido ganando cada vez más fuerza, frustrando a las autoridades que han tratado de culpar a los enemigos extranjeros de Irán y a sus agentes de los disturbios, una narrativa que pocos iraníes creen.
«La gente arriesga su vida para salir a la calle, pero la esperanza de que sean capaces de derrotar al régimen es mucho mayor que sus temores», expresó Omid Memarian, analista principal irání en Democracia para el Mundo Árabe Ahora (DAWN), replicó Reuters.
«Sí, los mártires nos vigilan, pero también vigilan su robo del tesoro público, la malversación, la discriminación, la opresión, el derramamiento de sangre de inocentes», dijo Asieh Bakeri, hija de un héroe de guerra del conflicto del país con Irak en la década de 1980.
En las protestas han participado manifestantes de todas las clases sociales, con gran protagonismo de estudiantes y mujeres, que agitan y queman pañuelos. Los analistas dudan de que las protestas puedan derribar al gobierno clerical de Irán, pero afirman que los disturbios se ven como un paso que puede acabar conduciendo a un cambio político drástico.