(Por R. Federico Mena- Martínez Castro)- Alberto Fernández es el presidente argentino elegido por una vicepresidenta-único caso- y es posiblemente el que ostenta el mayor número de contradicciones tanto en su discurso como en su accionar político, desandando su camino de inmediato, ante la comunicación escrita, gestual o presencial de su mentora, la inefable Cristina Kirchner.
Lo de inefable alcanza perfecto para los hasta hoy miembros del binomio gobernante, sólo que en este caso el adjetivo configura el más alto índice de negatividad.
No es nuestro propósito extendernos en la concepción filosófica del vocablo, pero sí expresar que se trata de una incompatibilidad entre dos o más proposiciones, como son las que planteó Alberto y contrapuso Cristina, es decir que resultó falsa para cualquier interpretación.
El término contradicción alude al acto o resultado de contradecir y se refiere a expresar lo opuesto de lo que otra persona afirma y negar lo que se muestra como cierto o bien demostrar que algo no es correcto o verdadero.
Palmariamente comprobable es que el fementido Frente de Todos, hoy Unión por la Patria resulta solamente telón de fondo que abriga una sola voluntad y quién más resistió los embates de los individuos pensantes fue solamente Alberto. Lo hace a consciencia, para no desgastar las posibilidades electorales de un frente que concentra todas las perplejidades e inconsistencias de una política degradada.
Desde la sombra, aviesamente Cristina hoy escondida en su guarida del sur, tira la piedra y esconde la mano, como una forma de vaciarlo de ese efímero poder que hoy le es tan escaso.
La credibilidad del presidente, debido a los errores impensados en un profesor universitario creó inevitablemente un clima de zozobra dentro de las huestes del Frente de Todos, hoy Unión por la Patria. El nuevo nombre no cambia nada, pues el barro de la concupiscencia política está aún más exacerbado en zancadillas y absurdas triquiñuelas más aún a días previos de las elecciones de octubre donde se medirán Patricia Bullrich, halcón de gran experiencia en la conducción frente a un desaforado Milei que parece empujado por un aliento diabólico.
La acumulación de equivocaciones que se sucedieron en el gobierno desequilibró a su propia tropa o lo que queda de ella.
Al parecer el enojo de Cristina abarcó también a Fabiola Yáñez, rechazada también en la intimidad de las huestes kirchneristas.
La torpe equivocación de la fiesta de Olivos desencadenó más allá de lo ético o lo moral, un acelerado descrédito que, de acuerdo al código penal que Alberto no debió ignorar, tiene condenas de hasta dos años de prisión, ameritando un cuidadoso análisis jurídico dada la relevancia de la conducta presidencial y de su investidura como institución.
Las fotos tienen un enorme valor testimonial, pero en cambio los videos reflejan vivencias incontrastables imposibles de refutar, máxime cuando el DNU viene avalado por la firma del propio presidente, amenazando con los códigos 205 y 239 para quienes incumplieran las medidas.
Es de rigor un análisis de si hubo peligro o no de acuerdo a los decires y al descargo del propio presidente, cuando estuvo en juego la salud pública, donde no basta la simple aseveración de inculpabilidad. En realidad, debe emitirse el juicio situándose en el mismo momento en que se produjeron los hechos.
La conformación del delito fue evidente, según lo aseveraron en su momento conspicuos hombres del derecho, cuando es muy fácil e incorrecto realizar pronósticos un año después.
El Frente de Todos o Unión por la Patria se vio conmovido hasta los tuétanos con las fotos que sabemos tienen un alto valor testimonial al confirmar el hecho, pero el video le da una vida que indigna.
Nada de lo expresado por Alberto es verdad, como tampoco las disculpas que dijo haber hecho, tanto la actual como la de un año anterior. Todo en el presidente es una farsa, y solamente la difusión de las imágenes pudieron comprobar la falacia de sus inventivas y la aceptación de la fiesta.
La desesperación gubernamental para minimizar el hecho se concretó en los ataques a Mauricio Macri y a Elisa Carrió que supuestamente violaron también este decreto que, según opiniones desinteresada no se ajustan a la verdad.
Aprovechando las brumas que rodean esta política de la vergüenza, en la trastienda del poder se cocinan situaciones graves, como ser la designación de jueces que “saltean” las filas de postulantes en la Justicia Federal, caso Cecilia Icardona, pero para el presidente saltearse la fila “no constituye delito”
Cecilia Icardona fue promovida al fuero federal habiendo ocupado anteriormente el cargo de fiscal de Lomas de Zamora, por el solo hecho de ser kirchnerista militante e investigadora, presuntamente parcial en el caso del espionaje ilegal durante el macrismo.
Otra designación de personajes militantes fue la de Federico Diberto, pareja de la innombrable Victoria Donda.
El trio dinástico, Cristina, su hijo Máximo, se completa con el actual gobernador de Buenos Aires, Axel Kiciloff que se jacta de no haber leído un libro en su vida. Así está el país. Pensamos que frente a la sociedad la oposición tiene un papel fundamental a encarnar, cual es anular las bastardas intenciones de los mercaderes de la vergüenza.
El caso Alberto atormentó a Cristina, y consideró a su delegado el mariscal del despiste y de la torpeza política. Al parecer su equivocación al elegirlo induce a evocar al guitarrista Boudú y al fracasado poeta y músico- Alberto- que recitó sus escuálidos versos en un acto público en presencia de la “presidenta” en ejercicio. Esta demostración de ineptitud debe haberla colmado de una vergüenza irrefrenable. Estas cosas Cristina no perdonó, mientras el deslucido poeta mejor debiera refugiarse en Puerto Madero al cuidado de su perro Dylan.
Queda un escaso trecho para las elecciones generales de modo ahora más que nunca no se descartan traiciones que vienen de alguna manera a profundizar la angustia ciñe la vida del ciudadano común. Hay un marcado rechazo social a la campaña. La apatía y la desesperanza se hacen cada vez más evidentes. Los políticos de la oposición invitan con fuerza a concurrir a las urnas, dado que en esta elección se define el futuro de la composición parlamentaria como también el futuro de la patria cuyo deber es el frenar la corrupción oficialista para acabar con este gobierno de ladrones y atracadores de alto vuelo.
Menos mal que Alberto se llamó a silencio pues cuando habla derrapa impunemente, y al parecer o no se da cuenta o lo hace a sabiendas encaramado a espurios intereses partidarios o económicos.
Lo poco y sin fuerza que queda de sus adeptos en el gabinete, ya convencidos que después del acto eleccionario deberán preparar valijas y sacar sus efectos personales de sus respectivas oficinas, a pesar de que Alberto todavía se obsesiona con una reivindicación personal.
Alberto que no resiste ningún archivo de su paso por la política y pasará a la historia como el peor presidente de la Argentina para ser recordado solamente como un eficiente armador político sin ética y sumiso a Cristina que no le perdona sus yerros tensando cada vez más su rota relación.
Lo cierto es que, pensando en la democracia, debe permanecer en el poder hasta las elecciones del 2023 donde Cristina no pudo ser candidata debido al alto desprestigio que ostenta pues si lo hubiera hecho hubiera perdido irremisiblemente.
Se ha perdido con este gobierno la cultura del trabajo y la soñada vocación de servicio, donde se pensaba solamente en la patria y en el bienestar de sus habitantes hoy sometidos a la esclavitud de los planes.
Hoy todo esto que reseñamos es una historia semejante a un trapo sucio o un mal sueño, que esperamos sea revertido este octubre que se presenta como una aurora de esperanza. Lo cierto es que el kirchnerismo se va envuelto en ese trapo gris de la desmemoria.