Este lunes, Israel ordenó a la población que abandonara franjas de la principal ciudad meridional de la Franja de Gaza, al tiempo que avanzaba en su campaña terrestre hacia el sur, provocando la huida de residentes desesperados, al tiempo que lanzaba bombas sobre las zonas a las que les ordenaba que se marcharan.
El portavoz jefe del ejército israelí en lengua árabe dijo que la carretera central que sale de Jan Yunis hacia el norte «constituye un campo de batalla» y ahora estaba cerrada. Se permitiría el acceso a las afueras occidentales de la ciudad, mientras que en Ráfah, una breve «suspensión táctica de las actividades militares» permitiría el acceso hasta primera hora de la tarde.
En Ráfah, los bombardeos efectuados durante la noche en un lugar habían provocado un cráter del tamaño de una cancha de baloncesto. Los pies descalzos y los pantalones negros de un niño muerto asomaban bajo un montón de escombros. Unos hombres luchaban con sus manos desnudas para mover un trozo de hormigón que había aplastado al niño.
Más tarde los hombres entonaban «Dios es grande» y lloraban mientras atravesaban las ruinas con el cuerpo envuelto en un fardo y el de otro niño pequeño envuelto en una manta. «Estábamos dormidos y a salvo, nos dijeron que era una zona segura, Ráfah y demás», expresó a Reuters Salah al-Arja, propietario de una de las casas destruidas en el sitio.
Israel culpa a Hamás de poner en peligro a los civiles al operar desde zonas civiles, incluso en túneles que solo pueden destruirse con grandes bombas. Hamás lo niega. Hasta el 80% de los 2,3 millones de habitantes de Gaza han huido de sus hogares en una campaña de bombardeos israelíes que ha reducido gran parte de la abarrotada franja costera a un páramo desolado.
Los servicios médicos del enclave afirman que los bombardeos han matado a más de 15.500 personas, y se teme que miles más estén desaparecidas y sepultadas entre los escombros. Israel lanzó su asalto para aniquilar a los islamistas de Hamás, que gobiernan Gaza, en represalia por un ataque transfronterizo perpetrado el 7 de octubre por sus milicianos, que mataron a 1.200 personas y tomaron a 240 rehenes, según los recuentos israelíes.