Alberto Fujimori ganó su libertad el miércoles tras 16 años de cárcel y sigue polarizando Perú, acostumbrado a vivir en turbulencia política con destituciones y renuncias de sus presidentes en medio de una constante pugna de poderes. El exmandatario cumplía una condena de 25 años de prisión por permitir el abuso a los derechos humanos durante su Gobierno, en el que vivió tiempos de gloria y ocaso.
Para sus simpatizantes, Fujimori salvó a Perú del terrorismo y el colapso económico, pero para sus detractores es un autoritario que abusó de la democracia para permanecer una década en el poder. El político, que se dedicada en prisión a la jardinería y la pintura, deja en el penal a otros dos exmandatarios: Alejandro Toledo, investigado por corrupción, y Pedro Castillo, acusado de rebelión tras intentar de forma ilegal disolver el Congreso.
El hijo de inmigrantes japoneses había sufrido en prisión, según sus médicos y familiares, de úlceras en el estómago, pérdida de peso, hipertensión y hasta de cáncer en la lengua. En el último capítulo de una vertiginosa saga legal, el Tribunal Constitucional restituyó un indulto humanitario para Fujimori, concedido en la Navidad del 2017, luego de frenarse varias veces por la presión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y los familiares de las víctimas de abusos.
«Por favor no me maten, si regreso a prisión mi corazón no lo va a soportar, está demasiado débil para volver a pasar por lo mismo. No me condenen a muerte», expresó el exmandatario en octubre del 2018, meses antes de regresar a prisión tras el indulto inicial, informó Reuters.
El político fue condenado por haber sido autor mediato de la matanza de 25 personas en los casos Barrios Altos en 1991 y la Universidad La Cantuta en 1992, ocurridos mientras su Gobierno luchaba contra la guerrilla izquierdista de Sendero Luminoso. Las víctimas, entre ellas un niño, fueron acribilladas por un escuadrón militar que actuaba clandestinamente, pero que Fujimori conocía y alentaba su operación, según la sentencia.
Auge y caída
Matemático e ingeniero agrónomo, sorprendió en 1990 al ganar la presidencia. Cinco años después, volvió al poder. Para muchos, la personalidad de Fujimori estuvo rodeada de misterio durante su década de mandato, abonado por su cercanía con el oscuro jefe de inteligencia peruana Vladimiro Montesinos, quien para muchos tenía el verdadero poder bajo el trono.
En 1992, Fujimori dio un giro inesperado al cerrar el Congreso con el apoyo de los militares, que sacó tanques a las calles, alegando que los legisladores le bloqueaban leyes para dar estabilidad a la economía y enfrentar a grupos rebeldes. Ese año, logró la «captura del siglo»: la del rebelde más buscado de Perú y líder del grupo maoísta Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, que mantuvo en vilo al país por muchos años.
Y en 1997 lo llamaron «héroe» tras el rescate de 71 rehenes que permanecieron secuestrados durante 126 días por rebeldes del MRTA en la residencia del embajador de Japón en Lima. En el 2000 ganó un tercer mandato, en medio de denuncias de fraude. Pero ese año se apagó la buena estrella para Fujimori tras difundirse un video en la que se ve a Montesinos entregando dinero a un legislador a cambio de apoyo para el Gobierno.
Con la revelación, Fujimori, que se encontraba de gira por Asia, envió su renuncia por fax, pero el Congreso no aceptó la dimisión y lo destituyó por el escándalo de corrupción. Tras permanecer autoexiliado en Japón, el exmandatario viajó sorpresivamente en avión privado a Chile en el 2005 y dos años después fue extraditado y procesado por la justicia peruana.