Sincero, directo y sin tapujos. De esta manera es como se mostró nada más y nada menos que el hijo de Gilda, Chio, quien se encuentra transitando su camino en el mundo de la música. Esto sucedió en «Desayuno Americano», el programa que lleva adelante Pamela David a través de la pantalla de América TV.
«Es una historia de película. Es una persona que supo trascender la muerte con su obra y su historia. La gente se sintió muy identificada, sobre todo las mujeres y el hecho de ir por sus sueños. Su inteligencia. Mi hermana era un diez en todo, muy parecida a ella. Yo era más vago, quilombero», comenzó diciendo.
«Yo estaba en el accidente. Falleció mi hermana, mi abuela, mi mamá. Me costó mucho enfrentar esa situación de pérdida con sus canciones y su masiva popularidad que creció también en ese momento. La verdad es que tuve a mi papá que me protegió mucho. También mi abuelo. No hubo muchas palabras pero sí mucha presencia. Los chicos más que escuchar ven, y a mí me pasó eso», aseveró Chío sobre el traumático y angustiante momento que atravesó.
«Mi viejo iba para adelante. Después del accidente me fui a vivir a Ciudadela, mis papás estaban separados. Yo viví con mi abuelo y mi papá. Mi viejo siempre estaba empujando. Fue un ejemplo hermoso, había perdido una hija, tuvo que afrontar todo eso conmigo. Le agradezco mucho porque me cuidó, me dio valores», comentó.
«Es imposible no recordar las cosas. Hay un tema que habla de mi historia, de trascender la muerte. Abrazarlos, recoger esos pedacitos míos y transformarme en lo que soy ahora. No me pesa, me llena de orgullo, me emociona… No sé cómo lo hice, fue tan largo el camino…», dijo el artista en el ciclo de Pamela David.
Además, se compartió en vivo una historia que dejó a todos con la boca abierta. «Esto era de mi mamá, lo llevaba siempre a sus shows», dijo mostrando un accesorio para el cabello. «Tenía una ella, otra mi hermana y otra yo. Nos unía simbólicamente cuando ella se iba de gira. Siempre nos decía que con la gomita fuerte siempre estábamos juntos», sostuvo
«Cuando tenía 18 años a mi viejo lo internaron, tuvo un ACV, estaba muy crítico, yo estaba muy vacío. Abrí un placard y agarré un maletín con cositas de mi mamá. Estaba esta gomita que siempre nos iba a mantener unidos. Ese día entendí que las almas cambian de forma, de plano, pero nunca se van. Llegan cuando más lo necesitás», sentenció.