IN MEMORIAM
Presbítero y doctor Mario Gómez Mena (fray Tomás)
Un hombre de Dios en la tierra. Se va con él un trozo memorable de nuestra infancia feliz.
Fue un alma candorosa escrutadora de los buenos sentimientos de los hombres, plena de caridad que en él podría decirse fue una ciencia promovida desde el azul.
Fue padre espiritual, maestro, apóstol y evangelista, pero por sobre todas las turbulencias de este mundo podríamos decir enfáticamente: fue un hombre bueno de corazón, que puso el pecho a todas las adversidades que rodean a los seres humanos, soplando mansamente el bautismo celestial del buen consejo.
No a todos los hombres Dios ha concedido ese don que da la bienvenida a piadosos sentimientos, desplegados como bandera sobre el alma atribulada de aquellos fieles que seguían su plática armoniosa como bálsamo sanador serenando las pesadumbres del pecado.
Su voz mansamente equilibrada seducía sin proponérselo a los fieles quizá flagelados por el error humano, y era como si Jesús llegara envuelto en una policromía de bondades, justamente aquellas que no se miden ni se analizan para derramarse por su mano sobre los infortunios de la tierra.
Mario Gómez Mena sentía y hacía sentir esa emoción infinita puesta en sus pláticas en que fluía la sensación del bien y donde el alma de quienes lo escuchaban se conmovía con la visión deslumbradora de Dios. Pregonaba con mansedumbre la paz entre los hombres con esa santa bonhomía del Nazareno.
Recuerdo una frase suya unos días antes de morir: “Dios quiere que todos vayan al cielo”. Fue en respuesta a unas preguntas acerca de algunas dudas de quien esto escribe. También de cierta manera urgió el encuentro al decirme que si no me apuraba quizá no habría de encontrarlo. Así fue, sin que yo pudiera evitarlo, pues me encontraba inmerso en un largo viaje sobrevolando las sinfonías del Atlántico.
Fue quizá un hermano en algunos intereses comunes, pues proveníamos de una misma vocación intelectual puesta ante esa mágica visión de los mismos horizontes.
Con la desaparición de Mario del mundo terrenal también se evapora en auras de incienso una niñez feliz, de juegos compartidos en aquel lejano Recreo santamariano.
Nació en la ciudad de Tucumán el 5 de julio de 1941, ingresando a la Orden de Predicadores en 1959. Se ordenó como sacerdote en 1965, habiendo efectuado sus estudios filosóficos en Santiago de Chile. Se doctoró en Teología en Roma en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma, conocida como Angelicum. Fue párroco en Mendoza, fundando el Centro Lataste, dedicado a evangelizar en la prostitución. Y se destacó como prior en la Iglesia más antigua del país, en La Rioja.
Fue también promotor de la Cátedra Lebret de investigación económica y social. Fue también profesor en la UNSTA (Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino), director de cursillos, historiador, genealogista, consejero archivista, cronista conventual, profesor extraordinario en el Studium de la provincia de Tucumán y capellán del Colegio Santa Rosa.
Falleció en Tucumán, el 9 de febrero de 2024, y fue sepultado en el Cementerio San Agustín.
El adiós de este eminente sacerdote e intelectual nunca será definitivo, pues queda el testimonio de una profunda admiración y el aplauso sincero de quienes le quisieron recibiendo sus bendiciones y santos consejos.
Fray Tomás ha cumplido plenamente su misión evangelizadora, como un sol que deja en el alma la sensación turbadora de la luz dando lugar al sincero homenaje de la lágrima.
Reciba fray Mario el murmullo cariñoso de Dios en esta su despedida terrenal.
R. Federico Mena-Martínez Castro