El pasado 27 de marzo fue el “Día del Queso”, pero bien injusto sería utilizar tan solo una jornada para hablar de uno de los lácteos más imprescindibles en cualquier menú salado. Y aprovechando este asunto, vamos a sugerir los mejores vinos para lograr una compañía ideal con los quesos y tener desde un tentempié hasta una cena perfecta, con los sabores a tono y acompañada de un Malbec.
Por supuesto que el vino ideal va a depender del estilo de queso: sabemos que estos varían demasiado según el gusto fuerte, el picor, su acidez, la composición grasosa y hasta la textura. Por eso haremos recomendaciones según cada tipo.
El Cabernet Sauvignon
El queso camembert, uno de los referentes de aquellos que son añejos y de apariencia secos, es el indicado para el Cabernet Sauvignon. Esto, porque cumplen una función de “limpiar el paladar”, gracias a la presencia de taninos que quitan fuerza a la presencia grasosa que tienen estos quesos.
No obstante, debe considerarse que los taninos que en este caso hacen un efecto positivo, pueden resultar contraproducentes en los quesos fuertes y frescos como el azul, ya que la combinación dejará una sensación metálica en la boca y una percepción de “paladar contaminado”. Algo como lo que sucede con la cepa argentina por excelencia, el Malbec.
El Sauvignon Blanc
El queso de cabra, seco, magro y con pocos elementos pesados, hace una excelente compañía con el Sauvignon Blanc. Esto, porque el amargor de este queso le abre la puerta al sabor frutal y la acidez que aporta esta variedad, permitiendo que en este caso sea el vino el que tome la delantera y domine al paladar. No son pocos los que plantean que este maridaje es el ideal entre vinos y quesos, porque se da un equilibrio casi perfecto entre dos integrantes a los que cuesta mezclar de manera positiva.
El Pinot Noir
El queso gruyere, como representante de aquellos suaves, que pueden confundirse en su textura a la manteca, se combinan de manera óptima con los Pinot Noir. Esto, ya que su consistencia suave permite que no haya una invasión de sabor por parte del vino y pueda degustarse el queso, algo que no sucedería en otras variedades con mayor pregnancia aromática.
Tal vez lo opuesto suceda si tomamos el otro extremo, el del queso azul, amado y odiado en partes iguales, pero sin discusión, de indudable penetración en su olor y textura. Un queso de este tipo no podría ser compartido con un vino suave o que pase desapercibido. Por eso, recomendamos su maridaje con un cosecha tardía, también distinguible por su aroma.
Siguiendo con el tono de los quesos grasosos y de sabor fuerte, el queso brie tampoco resulta sencillo de combinar. Por eso es que sugerimos optar por un espumante que cumpla dos funciones. Por un lado, refrescar el paladar que queda afectado por el sabor diferido que llega de este queso, el cual se siente más fuerte cuanto más segundos pasan de haberlo probado. Asimismo, las espumas ayudan a quitar los restos de grasa que en nuestra boca dejó la consistencia de este queso.
Como se ve, lo principal a la hora de definir un maridaje entre elementos con tanta personalidad como el vino y el queso es decidir dos aspectos. Por un lado, si se prefiere ir a lo seguro o conservador, o ser más arriesgado a lo que pueda ser un cruce de sabores. Por el otro, entender que en algunas ocasiones es ideal la combinación entre opuestos y en el otro, para evitar que como si fueran animales el grande se devore al pequeño, hay que seleccionar a los similares.