Este jueves, en medio de un clima de tensión y descontento, se llevó a cabo el paro general convocado por la Confederación General del Trabajo (CGT) y diversos sindicatos. Sin embargo, el resultado de la medida de fuerza ha sido objeto de fuertes críticas y reflexiones sobre el papel del sindicalismo argentino en la actualidad. Uno de ellos fue Manuel Adorni.
El vocero presidencial no escatimó en reproches hacia la CGT y los líderes sindicales, señalando que su prolongado tiempo al frente de los gremios ha contribuido a que los trabajadores sufran «sueldos miserables» mientras ellos «andan en autos importados«. Adorni expresó en una entrevista en TN: «El problema que tienen es que saben que si esto termina bien, ellos terminan mal«.
Las críticas no se limitaron al ámbito gubernamental. El portavoz de Javier Milei, conocido economista y figura pública, arremetió contra las cúpulas gremiales, señalando que la gente los rechaza y que la mayoría de la población quería trabajar, evidenciando un quiebre en el apoyo tradicional al paro.
Adorni, por su parte, insistió en cuestionar los supuestos logros del sindicalismo argentino, argumentando que después de décadas en el poder sindical, los resultados son desalentadores: sueldos bajos, alta informalidad laboral y escasa creación de empleo y empresas. Estas críticas se ven respaldadas por el rechazo generalizado de la sociedad hacia los líderes sindicales, según el vocero presidencial.
El fracaso del paro general fue evidente en varios sectores. Aunque afectó el funcionamiento de transporte público, bancos, escuelas, hospitales y aeropuertos, muchos trabajadores lograron llegar a sus puestos y los comercios abrieron sus puertas. Adorni interpretó este hecho como una muestra del hartazgo de la población ante la «hipocresía» de los sindicatos.
Adorni también criticó la postura sindical respecto a la Ley Bases que se trata en el Congreso, argumentando que no comprenden que el éxito empresarial es beneficioso para los empleados. Considera que se ha creado una falsa dicotomía entre empleador y empleado que solo contribuye a la decadencia del país.