POR MATEO LAZCANO.- Cristina Kirchner parece estar pegando un nuevo giro político en su vida. Lejos de una retirada a cuarteles de invierno tras la dura derrota de Unión por la Patria, reapareció el domingo pasado en una entrevista en Gelatina en la que, con la excusa de Juan Domingo Perón y su aniversario, aprovechó para bajar línea a propios y extraños. Así, le hizo de «profesora» a Javier Milei, le dejó claro a Axel Kicillof que a un(a) líder no se lo discute y tomó un discurso que en muchos tramos pareció replicar a Guillermo Moreno, y alejarse de Grabois. ¡Quién lo diría!
La autocrítica, solo si es es plural
Hay que desmenuzar varios fragmentos de la charla de Cristina Kirchner con Pedro Rosemblat para poder arribar a estas conclusiones. La primera es que la expresidenta no considera la autocrítica como un elemento en política. Al punto de atreverse a cuestionar decisiones del mismísimo líder («Es difícil asimilar la presencia de un personaje como López Rega), pero exculparlo en lo que la incluiría también a ella: «Todos cometemos errores«, por lo que si Perón se alió con Frondizi y lo «traicionó» (dixit), podría haberle a ella pasado lo mismo con Alberto Fernández.
Otra mirada es la que plantea que para Cristina Kirchner la historia siempre es el presente. Por eso cuando hace alegorías al pasado, nunca hay que tener la inocencia de trasladar esas palabras exclusivamente al tono sepia, sino decodificar qué es lo que está diciendo para el hoy y sobretodo el futuro. En ese punto, Axel Kicillof debió quedar preocupado después de oirla en Gelatina.
Cuando Pedro Rosemblat le pidió que recuerde el 1 de julio de 1974, pasadas las emociones de tristeza de ese día puntual («Fue un shock, mi madre me llamó llorando»), rápidamente se trasladó veinte días atrás, al 12 de junio de ese año. Una jornada fundamental para entender los 70, ya que para ese entonces ya se había producido la ruptura con las organizaciones guerrilleras de izquierda que, justamente, contradecían decisiones políticas y económicas de Perón.
Kicillof, ante un camino parecido al de Larreta con Macri
Cristina Kirchner enfatizó ante su entrevistador que no había coincidido con las organizaciones de su tiempo la decisión de cuestionar al líder del Partido Justicialista, aún a pesar del giro a la derecha que implicaba aquel tercer período presidencial respecto a la «Patria Socialista» que a su juicio les había prometido. Y Por eso recordó que aquel 12 de junio estuvo presente en la Plaza de Mayo, en el que sería el discurso de despedida, aquel del «Llevo en mis oídos la más maravillosa música».
La expresidenta destacó que cuando Juan Domingo Perón murió, «todos lo lloramos», pero «fueron antes las discusiones, una interpretación de las cosas en un momento muy difícil con los que sosteníamos que Perón era la conducción, porque además el pueblo se identificaba con él”. Ahí el teléfono para La Plata: «la conducción la da el pueblo», por más reuniones que quiera el Gobernador hacer con sus pares o armados que excedan la órbita de La Cámpora. Sin cambio de postura de parte de CFK (que es cierto, no sería la primera vez), parece por ahora imaginar que el camino de Kicillof se parecerá al de Larreta con Macri: un intento de emancipación nunca admitido y por el contrario, plagado de escollos.
En tanto, la figura de Perón y el Justicialismo fue utilizada por Cristina Kirchner para reforzar ese giro al centro que había mostrado en su carta de febrero y su exposición en Quilmes y el Instituto Patria, donde hasta llegó a negar su feminismo y asumirse como una viajera a Disney más. Su interpretación de los años peronistas no tienen mucha diferencia con el «peronismo libertario» que nominó Daniel Scioli: hizo un culto a la producción, el trabajo y hasta al capitalismo como «la forma más exitosa de generación de riqueza».
Cristina Kirchner, más cerca de Moreno que de Grabois
Este tramo la distanció con fuerza de Juan Grabois, con quien muchos de los suyos coquetearon en la pasada interna de Unión por la Patria. Incluso atacó dos conceptos fundamentales para el dirigente de Patria Grande. Primero refutó al igualitarismo «no somos todos iguales; hay gente que le gusta trabajar, otros trabajar mucho, otros poquitos, otros estudiar». Y también recordó que el peronismo ve al trabajo como «un derecho por la dignidad del hombre (con el) deber de que cada argentino produzca lo que consume».
Como en algunas de sus exposiciones en las que siendo Vice se alejaba de Alberto Fernández, ni «planes sociales», ni «cooperativas» ni «economía popular» estuvieron en su boca. Sí por el contrario habló de las «Veinte Verdades» y la necesidad de «incorporarlas en lo empírico». Al tiempo que elogió a la libertad, pero tomando el concepto de asegurar «un piso de oportunidad en el cual la gente pueda decidir: si querés estudiar, podés estudiar; si querés trabajar, podés trabajar». Peronismo ortodoxo, trabajo y distribución: un discurso que no guarda muchas diferencias con el que intenta imponer Guillermo Moreno y lejano al de Grabois y compañía.
A Javier Milei, tiros de poca potencia
El otro punto importante fue el del presente. Y si bien no hay sorpresas en la postura de oposición férrea a Javier Milei (amén de la aclaración de rigor de «Yo no quiero que fracase»), no es la misma opositora que con Mauricio Macri. Sus exposiciones parecen mostrar una discusión más ideológica: le pega por su visión económica (no es novedad), por su mirada del mundo (tampoco es novedad) y por hasta le incorpora una mirada piadosa al indicar que el problema actual financiero no es su culpa, sino de la misma falta de dólares que golpeó a su Gobierno y los que lo subsiguieron («¿Aprueban un RIGI donde no va a entrar un miserable dólar. ¿De dónde van a sacar los dólares?».
Si uno hila fino, hasta podría concluir que es menos dañina y aguda en sus críticas que a lo que era cuando cuestionaba a Alberto Fernández por carta, conferencia o teniéndolo a su lado. Se verá después si es por piedad ante un Presidente que no deja de ser débil institucionalmente y que justamente tomaría impulsos si ella lo enfrentara, o la comodidad que da el no acorralamiento judicial que los tiempos mileiístas le brindan, a diferencia de lo que fueron los incesantes combates macristas.
La deuda, la línea argumentativa más clara
Donde sí hace énfasis es en la cuestión de la deuda, y aparece uno de sus rivales preferidos: Toto Caputo. Al Ministro lo presenta como fracasado («No muestra resultados; vino con la promesa de traer dólares»), y retoma su pedido iniciado (una vez que dejó la Casa Rosada) de un acuerdo político para atender el endeudamiento. «De acuerdo al último reporte del FMI debemos 399 mil millones de dólares, de los cuáles la mayoría es en moneda dura, y estamos proponiendo un modelo extractivista que no nos deja un dólar. ¿Cómo conciliamos eso? no es una postura ideológica, dogmática o de valores, es de plata, de dólares», argumenta.
Esta línea es sin dudas la más coherente de Cristina Kirchner, cuya política de no endeudamiento con organismos multilaterales elogiaron hasta sin querer figuras del macrismo. Y que se ratificó con el voto de rechazo al acuerdo con el FMI de 2022, aún a costa de generar una crisis en el Gobierno. Sin embargo, lo difícil llega con una frase de la propia expresidenta. Es que cuando Pedro Rosemblat le consulta si «algunas ideas del peronismo quedaron viejas«, ella responde que «no, en todo caso los que quedaron viejos fueron algunos peronistas».
Cristina Kirchner, «¿La nueva o la ex?»
La pregunta final es entonces. Si dentro de un contexto de catástrofe electoral después de la última elección de Unión por la Patria que dejó al peronismo en su peor situación en 40 años, uno de los troncos que asoman como «nuevos» y con capacidad de articular con los sectores que deben conformar ese acuerdo por la deuda es Axel Kicillof, es obturado permanentemente por el propio espacio, ¿es porque es Cristina Kirchner, de 71 años, con su condena a cuestas y 30 años de ocupar cargos públicos la que pretende ser la «nueva peronista» que le dé pelea a los «viejos»?