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VIDA Y ESTILO

Le Montrachet: el gran blanco de Borgoña

Exploramos las condiciones naturales y las técnicas que contribuyeron a la producción de un vino blanco ejemplar.

Montrachet es el más célebre de los Grand Cru blancos de Borgoña. Representa el apogeo de la uva Chardonnay producido en un mismo viñedo, en el distrito Côte de Beaune del departamento de Côte d’Or. Claude Arnoux (1695-1770), un célebre sacerdote borgoñés, publicó en 1728 el libro «La Situation de la Bourgogne«. Allí define los vinos de la época y su forma de elaboración. Asimismo, el libro anexa cartas de vinos dibujadas por él mismo. La introducción está conformada por un himno en latín alabando los vinos de Volnay. También utiliza y describe el término terroir en relación con la variedad de uva óptima para un suelo como criterio importante para el carácter de un vino.

Respecto a Montrachet, Arnoux declara en su obra que no es posible para él encontrar palabras, ni en francés ni en latín, para sus cualidades. Sí fue capaz de afirmar que se trataba de un vino costoso y que era preciso hacer una reservación del vino con un año de anticipación. Parte del secreto de Montrachet radica en la presencia de piedra caliza en el terreno, que favorece el crecimiento de vides Pinot Noir y Chardonnay; otra parte, en su ubicación perfecta situada en el sureste, que garantiza luz solar desde el amanecer hasta el anochecer.

Los principales propietarios y productores de Le Montrachet son el Marqués de Laguiche, Barón Thénard y Domaine de la Romanée-Conti. En 1991, Domaine Leflaive de Puligny adquirió allí un modesto minifundio, resultando en una prolífica empresa. Asimismo, hay otros cuatro Grand Crus asociados con Montrachet: Chevalier-Montrachet, Bâtard-Montrachet, Bienvenues-Bâtard-Montrachet y Criots-Bâtard-Montrachet.

El corazón de Borgoña

Côte d’Or, al este de Francia, supone una escarpa que compone una franja estrecha de viñedos que se extiende por casi 50 kilómetros hacia el sur, con una leve inclinación hacia el oeste, de Dijon. Su nombre, aparentemente, vine de la expresión «pendiente dorada». Supondría, de esa manera, una alusión a sus paisajes otoñales. Sin embargo, hay quienes argumentan que el nombre provendría de «pendiente oriental», aludiendo a la dirección en que crecen las vides, siempre mirando al sol naciente.

En lo que respecta a la viticultura, la zona se divide en dos grandes segmentos: Côte de Nuits, donde maravillosos vinos tinos son producidos a partir de vides Pinot Noir; y Côte de Beaune, donde se unen los ejemplares más finos de vinos blancos, producto de Chardonnay. Allí donde la pendiente se hace más pronunciada y la arcilla da paso a un suelo más pedregoso, los viñedos son designados Premier Crus. aludiendo al potencial de vinos que provienen de una tierra con buen dragado y goza de la exposición al sol. Los ejemplares más refinados de áreas exclusivas, por su parte, se denominan Gran Crus.

La elocuencia del suelo

El terruño más apropiado para la producción de Chardonnay tiende a ser más pálido que los suelos rojizos, ricos en hierro, que favorece al Pinot Noir. Por otro lado, las vides Chardonnay son más resistentes, y las uvas maduran más fácilmente. Asimismo, las uvas blancas requieren un trabajo de manipulación menos cauto, por lo que la producción de vinos blancos es más sencilla. Paradójicamente, son pocos los ejemplares de buenos vinos blancos respecto de los vinos tintos.

Para una gratificante experiencia de vinos blancos producidos en Argentina, sugerimos consultar la Bodega Federico Mena Saravia, en la que se ofrece un Torrontés nativo de los Valles Calchaquíes que garantiza una vinculación inmediata con el terruño milenario que, de manera auspiciosa, concede las condiciones óptimas de maduración de los frutos. Sumado ello a la experiencia en el tratamiento y en la producción, un noble vino blanco es una seguridad.