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VIDA Y ESTILO

Adrianna Vineyard: un Grand Cru nacional

El Grand Cru de Sudamérica se inaugura con la combinación de tres factores fundamentales: el estudio, la tradición y la fortuna.

En esta entrega exploraremos la historia de un vino que nació a partir del ímpetu americano por igualar, e incluso superar, el prestigio de los grandes vinos franceses. Su fundador, Nicolás Catena Zapata, tomó la decisión de alejarse de la empresa vitivinícola que hubo iniciado su padre Nicola.

Así, Catena Zapata siguió un recorrido académico y de investigación que lo llevó a una estadía en Estados Unidos, donde cursaba un posgrado. En ese contexto, durante una excursión de fin de semana por el Valle de Nappa, se percató del afán californiano por competir con los vinos franceses y pensó que Argentina podía también podía estar a la altura.

De esa manera, Catena Zapata emprendió el retorno a Argentina, vinculándose nuevamente con el sueño primigenio de su padre Nicola Catena. Sin embargo, parte de su emprendimiento requería de osadía y sacrificios. Así, Catena Zapata procedió a vender los viñedos, construcciones y tierras en su Mendoza natal que no fueran aptas para la producción de vinos de la más elevada calidad. Asimismo, se rodeó de experimentados asesores de Francia, California e Italia. Los californianos, particularmente, insistían en la importancia de abastecimiento tecnológico de vanguardia. No obstante, fue un francés proveniente de Burdeos quien realizó los aportes más significativos.

En Francia, en compañía de su hija, Laura Catera, se encontró con Jacques Lurtor., cuya familia tiende lazos con el vino desde hace siglos. El motivo del encuentro era, además de conocer sus dominios y degustar sus vinos, aprender los secretos de las altas estirpes francesas. El día final de la experiencia, Catena Zapata quiso corresponder con la generosidad de su anfitrión obsequiándole un barril de muestra de Catena Cabernet Sauvignon proveniente de Luján de Cuyo. La respuesta de Lurtor fue, a la vez, lacónica y elocuente: «Sabe al Cabernet Sauvignon de Langue d’Oc».

La clave del enigma

La críptica expresión de de Lurtor aludía a que eran evidentes en el sabor del vino las condiciones climáticas. «Langue d’Oc» aludía a un vino producido en zonas cálidas. Ello supuso el origen de la obsesión de Catena Zapata con los climas fríos. Así, se propuso hallar el punto justo de temperaturas frías para poder producir vino. Para sacar ese cálculo era fundamental considerar el riesgo de heladas. En 1992 se asentó en Gualtallary, el distrito más occidental y más alto dentro del departamento de Tupungato, en Mendoza. Curiosamente, el sitio no presentaba plantaciones de vides por la idea de que eventualmente perecerían frente a las heladas. Sin embargo, el riesgo de que acontecieran era mínimo gracias a las pendientes de las montañas. El territorio está situado a casi 1500 metros sobre el nivel del mar.

Siempre siguiendo el ejemplo francés, Catena Zapata consideró que esas pendientes evocaban aquellas de Burdeos y Borgoña. La cualidad intelectual de Catena Zapata lo abasteció también del conocimiento sobre las labores monásticas en lo que respecta a la producción del vino en la Edad Media. Así, importó esquejes de Chardonnay y Cabernet Sauvignon de Francia. A pesar de que todos en el viñedo Adrianna advirtieron la imposibilidad de madurar variantes rojas en un clima tan frío, la determinación de Catena Zapata fue irrenunciable.

Al final, la fortuna y las evidencias empíricas terminaron dando razón a la visión de Nicolás Catena Zapata. Durante la década de los noventa, la familia continuó plantando vides a lo largo del Valle de Uco. Sin embargo, ninguno de los productos, por buenos que fueran, podían compararse a aquellos vinos provenientes de Adrianna. Un factor determinante se registró en términos de sabor: la evocación a pimienta del Cabernet Sauvignon, la densidad del Malbec y la mineralidad del Chardonnay.

El empuje y la confianza

Al considerar el trayecto recorrido por Catena Zapata, resulta indudablemente admirable la capacidad emprendedora de su fundador. Desde un deseo inicial de interrumpir el mandato paterno hasta el estímulo inspirado por los norteamericanos del Valle de Nappa; desde la mirada atenta a la experiencia europea hasta la confianza subjetiva y en el entorno, el viaje al éxito y al reconocimiento mundial en términos de vitivinicultura es más que loable, Casi como la propia idiosincrasia argentina, los vinos de Adrianna Vineyard se imbuyen de herencia europea y originaria.