La Criolla: una cepa que se corresponde con nuestra identidad VIDA Y ESTILO El Intransigente

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La Criolla: una cepa que se corresponde con nuestra identidad

Como muchos compatriotas, esta cepa procede de antepasados ibéricos que llegaron a nuestras tierras y, literalmente, plantaron semillas.

La uva Criolla es una de las cepas más estimada entre los consumidores en los últimos años. Ello responde, en parte, al hecho de que muchos productores vitivinícolas argentinos de distintos rincones del país empezaron a revalorizarla, en lo que respecta a la dirección de los viñedos y calidad en la vinificación, con la finalidad de diseminar etiquetas al mercado en tanto que varietal.

Es menester, sin embargo, para poder arrojar luz sobre este fenómeno y las características intrínsecas de este varietal cada vez más esparcido. Una manera de comenzar la exposición es empezar a diferenciar qué es lo que se entiende cuando se habla de Criolla. En principio, es fundamental distinguir que existen dos grandes familias, la Criolla Chica y la Criolla Grande. A pesar de lo que pudiese sugerir el sentido común sendas variedades no tienen nada que ver una con la otra.

Criolla Chica o Listan Prieto Española, como se la conoce en otros sitios, es originaria de la región de Canarias. Es, asimismo, de las primeras uvas en arribar a nuestro continente, en el siglo XVI, junto a la Moscatel de Alejandría. Luego de su siembra, el varietal comenzó a degenerarse con la irrupción de mutaciones genéticas, aunque naturales. Así emergió, por ejemplo, el Torrontés, que no es una Criolla propiamente dicha, ya que desciende de dos variedades españolas. Posteriormente, se cruzaron la Listan Prieto con el Torrontés, de manera que progresivamente comenzaron a surgir nuevas y diversas variedades nuevas.

El origen de la Criolla

La Criolla debe su nomenclatura a su aparición espontánea y natural en el territorio. Entre aquellas cepas autóctonas se destacan los Moscateles (excepto por el de Alejandría), el Moscatel negro, el rosado y el blanco, que son variedades de Criollas que fueron identificadas con posterioridad.

Así, por ejemplo, el Torrontés Riojano es autóctono de Argentina, pero procedente de dos variedades europeas. Por esa razón, no califica en tanto que Criolla. Por otro lado, el Sanjuanino sí lo hace, al proceder de una cepa europea y la Torrontés. Es de esta forma en que empiezan a gestarse los cruces.

Según un informe del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), la Criolla Grande o Sanjuanina, junto a la Cereza y la Criolla Chica, integra el grupo de cepas llamadas “criollas” en razón de la antigüedad de su cultivo en Argentina (así como en otros países de América). Se ha determinado que su origen primigenio responde al cruce entre Moscatel de Alejandría y Listan Prieto. Se cree que semillas de estas variedades habrían llegado pasificadas luego del trayecto desde España hasta América a través del Océano Atlántico, de la mano de los conquistadores.

La uva Criolla está difundida de manera extendida en Cuyo, por lo general en parrales mezclados con la uva Cereza. Se caracteriza por ser una variedad de alto rendimiento pero, en el aspecto negativo, es bastante susceptible a padecer infecciones de Peronospora. En el caso de la Criolla Chica, para 2011 existían 423 hectáreas cultivadas en Argentina. Por esta razón es posible afirmar que es mucho menos común que otras uvas rosadas. Sin embargo, el vino producido con esta cepa es más pálido y de mejor calidad que aquellos producidos con Criolla Grande y Cereza. Es, también, una de las variedades más utilizadas en la elaboración de los denominados “blancos escurridos” y en la producción de mostos.

Al igual que otras cepas criollas, su presencia en diversos países de América del Sur está registrada desde hace siglos. Estudios recientes efectuados por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) dan cuenta de que procede de cruces naturales de diversas cepas foráneas (Muscat a Petit Grains, Heptakilo, Moscatel de Alejandría y Listan Preto).

Sus características específicas

La Criolla es una variedad con altas aptitudes para su consumo en fresco. Sin embargo, se destina, en cantidades considerables, para la elaboración de vinos básicos y puede contribuir a la producción de un vino moscatel de perfume con intensidad y que, en ocasiones, puede llegar a ser muy apreciado. Se caracteriza por presentar hojas redondas de dientes convexos, con senos laterales de profundidad media. El racimo es prolífico y sus frutos bien espaciados y redondos. Estas vayas tienden a ser algo más chicas que aquellas de Cereza.

Para disfrutar de un ejemplar noble y de calidad de un vino producido a partir de Criolla Chica, sugerimos recurrir al Centenaria Vineyards Criolla 2019 de la Bodega Federico Mena Saravia. De crianza joven y con una selección de racimos y granos. Cosecha manual en cajas de veinte kilos, declara su enólogo: «El canto del terroir de altura Jorge Leguizamón Dávalos gesta este vino iluminado por cerros y cañadas milenarias, arrastrando miradas de otros tiempos, donde el espíritu de nuestros antepasados vitivinicultores concibió este verdadero patrimonio histórico». Verdaderamente se trata de un ejemplar notable del excelso potencial de nuestras tierras.

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