Existen pocas estancias más distintivas en el área de Sauternes y Barsac que Château Climens. El château se ubica en la cima de una pequeña elevación al suroeste de otras dos reconocidas estancias: Château Coutet y Château Doisy-Daëne.
Los Grands Crus de Sauternes y Barsac adquirieron la clasificación en 1855, entre ellos el Château Climens, como Premier Cru Classé. Barsac, dentro de Sauternes, ostenta su propia denominación en razón de sus suelos de piedra caliza. Este tipo de suelo contribuye a la elaboración de vinos generalmente menos opulentos que los de Sauternes. Château Climens es reconocido como el «Señor de Barsac». En efecto, su terroir único y la tradición heredada por generaciones lo hacen uno de los mejores vinos.
Su historia
El primer registro del nombre Climens surge en un documento datado en 1547. Los propietarios de la estancia hasta el siglo XIX fueron los Roborel de Climens. Desde 1802, el château pasó por las manos de cinco familias: los Binaud, los Lacoste, los Gounouilhou, los Lurton, siendo Bérénice Lurton la más reciente propietaria de aquella familia. Fue ella quien transfirió la estancia a sus propietarios actuales, la familia Moitry.
Bérénice Lurton presentaría sus vinos en un sistema tan particular como el château. Así, sorprendentemente, no hubieron muestras de crianza. Asimismo, no solo no participó en las catas de Union des Grands Crus de Bordeaux, sino que en la visita a la propiedad durante los primeurs no prosperaría ni siquiera un candidato para blend. En efecto, lo más destacable sería apenas una cata barril a barril de componentes potenciales, más en sintonía con lo que ocurre en el Valle de Loira que con un château de Burdeos de renombre.
En tiempos más recientes
Por supuesto que, en estos días, mucho ha cambiado desde entonces. Luego de un período de cosechas complicadas, la propiedad se hallaba en una situación financiera comprometida. Así, la propietaria por mucho tiempo, Bérénice Lurton, se vio obligada a aceptar inversiones externas. En 2022, el nuevo propietario, Jérôme Moitry, arribó desde fuera del mundo vitivinícola y consiguió revolucionar el rango de los vinos que hoy está dominado por Cuvées secos.
En lo que respecta a los vinos propiamente dichos, parece ser indudable que presentan un carácter distintivo. Especialmente en lo que respecta a la acidez fresca, característica de Barsac, y la estupenda profundidad típica de la podredumbre noble. En la opinión de muchos expertos, los vinos de Château Climens es el contendiente más plausible a acabar con la supremacía de Château d’Yquem.
La podredumbre noble
El riesgo de infecciones en viñedos supone un terror recurrente entre los productores vitivinícolas. Cualquier tipo de peste o plaga puede hacer estragos, e incluso devastar una cosecha. Existen hongos, sin embargo, que terminan siendo beneficiosos para la producción vinícola. Así, la pourriture noble se lleva a cabo por obra del hongo botrytis cinerea cuando se dan las condiciones adecuadas. Es importante señalar que de otro modo la infección terminará siendo perjudicial, pudiendo incluso descomponer cosechas enteras.
Decimos que la podredumbre es noble cuando las bayas infectas fueron dispuestas a un ambiente seco durante el día. De esa manera, se lleva a cabo la parcial pasificación de la fruta. La consecuencia natural de la pasificación, es decir, la pérdida de agua, conduce a una notable elevación en la concentración de azúcares. De ese modo, devienen muestras aptas para la producción de notables vinos dulces.
Características de cata
El Château Climens es fácilmente reconocible por su tonalidad dorada pálida. En el olfato presenta fragancias reminiscentes de té verde, manzanilla, jengibre, jalea de limón y hojas caídas. Asimismo son perceptibles sugerencias a especias y pieles de mandarina en conserva. En boca se percibe una intensidad frutal vibrante y enérgica. Con cada sorbo, se devela una serie de matices de perfume, lo cual lo hace incluso más cautivante. El final es gustosamente prolongado y el vino aun entonces exhibe una cualidad jovial notable, lo cual augura una fascinante desenvoltura en el tiempo.