El consumo masivo sigue mostrando señales preocupantes en la economía argentina debido a la inflación y a la caída del poder adquisitivo, sobre todo el de los jubilados. Según datos recientes del INDEC, la actividad económica de julio mejoró un 1,7% respecto a junio, pero el panorama para el consumo sigue siendo sombrío.
En una entrevista con NA, Osvaldo del Río, director de la consultora Scentia, se profundizó en el comportamiento del consumo durante los últimos meses y las expectativas para el cierre del año.
Del Río detalló que el consumo masivo empaquetado, que incluye alimentos, bebidas, cosmética y productos de limpieza con código de barras, ha sufrido una contracción del 17,2% en agosto en comparación con el mismo mes del año pasado.
También hizo hincapié en que todos los canales de venta están en terreno negativo: «El supermercadismo cayó un 18%, los autoservicios un 17%, y los almacenes y kioscos cerca del 17%. No hay ningún sector que se esté salvando de esta tendencia». Los productos de higiene y cosmética, así como las bebidas alcohólicas, han sido de los más golpeados, con caídas superiores al 20%.
El panorama no mejora para el resto de 2024
Del Río advirtió que el panorama no mejorará en el corto plazo: «Posiblemente veamos caídas de doble dígito hasta noviembre inclusive», subrayó. Según sus proyecciones, el consumo podría finalizar el año con una retracción superior al 10%, lo que colocaría al 2024 como uno de los peores años en términos de consumo masivo de las últimas tres décadas.
A pesar de las cifras negativas, Del Río indicó que el consumo se ha estabilizado en los últimos meses: «Desde abril hasta agosto, las ventas se han mantenido estables, sin grandes caídas entre un mes y otro. Esto nos hace pensar que estamos fijando una nueva base, que va a perdurar, al menos, hasta el 2025». Sin embargo, esa estabilidad no es alentadora: «Estamos hablando de una nueva normalidad de bajo consumo, que será muy difícil de revertir en el corto plazo», explicó.
Otro factor determinante en la caída del consumo ha sido la fuerte inflación y la consecuente pérdida del poder adquisitivo de los argentinos. Según el INDEC, en el primer semestre del año, el salario real cayó significativamente, lo que llevó a una migración hacia segundas y terceras marcas.