Después de haber sido agredido por dar una charla partidaria en la Universidad Nacional de La Plata, el subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez, habló sobre el episodio y cargó contra las autoridades, la seguridad y los alumnos de la UNLP. Entre sus relatos del episodio, Álvarez reveló que los manifestantes lo «marcaron» con pintura y que la seguridad de la universidad participó de las agresiones.
«Cuando salió la convocatoria para atacarnos, el aula ya estaba pedida, las autoridades lo sabían y hasta hablé con el rector, que me dijo que ‘no podía hacer nada’. Eso significó que no podía garantizar nuestra seguridad«, acusó Álvarez durante una entrevista en TN. Además aseguró que «armaron un embudo para solo poder ingresar por donde estaban los manifestantes».
«Nos tiraron piedras y hubo algo nuevo que no había visto antes, nos tiraron pintura en aerosol, te ‘marcaban‘ «, reveló el funcionario y describió a sus agresores como «los típicos estudiantes de izquierda» y a «personas con un estilo más sindical, más grandes». Álvarez estimó que aproximadamente 600 personas fueron a repudiar la charla que realizaron con estudiantes afiliados a La Libertad Avanza. El funcionario se animó y señaló que la manifestación fue un operativo orquestado por las autoridades de la universidad.
El subsecretario de Políticas Universitarias señaló que el rechazo de los estudiantes universitarios al Gobierno y a los espacios de derecha es un «fenómeno» de izquierda en todos las las casas de estudio occidentales, que «cancela y castiga a la disidencia ideológica«. «Este movimiento ha derivado en la cancelación, especialmente en temas como Palestina, que han derivado en quitarle el derecho al otro a pensar distinto», acusó Álvarez.
Los «alumnos fantasmas» y el financiamiento
Uno de los puntos fuertes de la discusión que mantuvo el funcionario en la entrevista fue el financiamiento ligado a la cantidad de alumnos por facultad. Álvarez afirmó que por un cambio en la Ley de Educación Superior en 2015, las universidades fijaron parámetros arbitrarios para contabilizar el número de alumnos regulares, lo que llevó a que se «inflaran los números» y en consecuencia, los fondos para las mismas.