Catamarca.- (Por Juan Carlos Andrada).- La imagen de la lápida encargada pero jamás retirada del exministro de Catamarca, Juan Carlos Rojas (cercano a Raúl Jalil y Luis Barrionuevo) me llevó a confirmar que los traumas se olvidan o se esconden en el inconsciente, sean individuales, familiares, gubernamentales o estatales. Desde esta perspectiva se entiende a la familia de “Rojita” pero, al mismo tiempo y con todo respeto, cabe la pregunta sobre la lápida despreciada o desechada hace casi 2 años para su querido padre.
Igual, a esta altura, esa losa dedicada al exministro también es el mármol del olvido político y social. Sin duda que el tiempo conspira, pero somos funcionales a la injusticia porque pudiendo dar “testimonio” de esa muerte no hemos podido corrernos de la conmoción o sentimiento de trauma que nos generó el crimen político del exministro, en el marco de las sospechas de timba financiera con fondos del Ministerio de Desarrollo Social.
El «negacionismo» que existe en Catamarca sobre el caso
Por consiguiente, nuestro “negacionismo” (no pasó o nunca debió haber pasado) no permite que el gobierno corrupto de Raúl Jalil acepte la responsabilidad y por eso mismo no hay ni puede haber una instancia superadora, mejor dicho “reparadora”.
La política antigua se estudió muchos años bajo las categorías de “amigo y enemigo”, aunque no creo que en este caso los Griegos hubieran entendido que el amigo fue “usado” y “eliminado”; eso se entiende mejor desde Maquiavelo o Greene. “En vida”, “con vida”, el ex ministro Rojitas no servía. Se decidió sacrificar al compañero y amigo, que además debía ser “denigrado” para que quede como la muerte de un pobre dirigente víctima de su entorno y no como un mártir. El poder debía ser cuidadoso con las “utilidades” del crimen político también.
Necesitaban un chivo expiatorio y lo fue «Rojitas»
Un enemigo que se prestara para tranzar o un corrupto cara rota de la oposición (que también sobran) era más “útil” que Rojitas. No anticiparon que, cuando se emplea un amigo en un puesto, se discute más y limita el poder. Al hombre lo “descubrieron” en la función pública, no iba solo a obedecer, el tipo era honesto. Increíble e inesperado. Quienes creen en el karma aseguran en las redes sociales que la muerte de Rojitas fue la última travesura de Luis Barrionuevo y que a Raúl Jalil le llegará su turno porque “a cada chancho le llega su San Martín”.
Es duro concluir que se “planificó” el asesinato de un compañero porque se necesitaba un “chivo expiatorio”, pero peor resulta preguntarse durante cuánto tiempo sus amigotes (ahora sabemos que eran falsos amigos) planificaron el crimen y la forma horrenda en que lo ejecutaron. Tal como en épocas primitivas, en el Día de la Expiación, el Sumo sacerdote ponía la mano sobre la cabeza del chivo para confesar los pecados de “todos” y luego se sacrificaba al inocente animal. La barbarie, como el método que consistía en tirar de un barranco a una persona con la excusa de que si Dios lo salvaba era inocente pero si moría era culpable. Era tan estúpido el ser humano. Lo somos ahora también, ese es mi punto.
Vamos haciendo síntesis del caso Rojitas. La corrupción es más fuerte que la amistad. Ser honesto te puede costar la vida. Dicho al revés, te matan si no sos otro corrupto. Qué terrible paradoja contemporánea para dar un mensaje contundente sobre la vigencia de la maquinaria oficial exterminadora (Ejecutivo+ Legislativo+Judicial) que creíamos perimida y oxidada. en Catamarca Por el contrario, implacable, como si Rojitas jamás hubiera existido.
La lógica del poder permanece intacta
Designio político operando en “secreto” y con la “confidencialidad” de las viejas prácticas que avergonzaron al país, solo que más “sutil”. Pueden cambiar muchas cosas pero la lógica del poder permanece intacta. Son los desaparecidos en Democracia. Tan condenable la amenaza de que te pueden “borrar de la existencia” como la “fábrica de borrar memoria” que funciona en la sociedad que no cura la herida o afronta el trauma posterior a los crímenes de Estado y que lesionan cruelmente los Derechos Humanos.
Que su muerte no crezca, hay que aplastar las flores de la tumba de Rojitas si hace falta.
Cierro filosóficamente y por eso mismo con una pregunta infantil: ¿Tendremos también una lápida adentro nuestro con palabras lindas para nuestra memoria muerta que no nos permite estar en paz en el presente y sanar?