El Naranjo no es un vino en el que uno pensaría inmediatamente a la hora de escuchar la expresión «vino argentino«. Por el contrario, es posible configurar mentalmente una imagen más o menos homogénea. Probablemente venga a la mente un confiado tinto Malbec o acaso un buen blanco Torrontés de nuestro noroeste. No obstante, el Naranjo es un vino que actualmente se produce en nuestro país y que funciona como un parteaguas entre aficionados y expertos por igual.
Argentina es un país que parece haberse fundando sobre la dicotomía. En efecto, la expresión tan difundida de «grieta» para aludir a aquellos pares dicotómicos bien podría datar de mucho antes que los últimos diez años. Por supuesto, el microcosmo de los vinos argentinos no está exento de quedar absorbido en esta lógica.
El país de la dualidad
Argentina es un país relativamente joven, habiendo nacido como tal el 9 de julio de 1816, pero incluso desde sus albores parece haberse debatido entre dos voces opuestas. Discutiblemente, la primera gran obra literaria de Argentina sea Facundo o Civilización y barbarie de Domingo Sarmiento. Es notable cómo ya desde el título se plantea una primera dicotomía que tiene que ver con el modelo de país que se pretende para esta incipiente nación. Siempre desde el punto de vista ideológico del autor, por supuesto.
Desde entonces, los pares ideológicos parecen haberse diseminado ad infinitum: federales y unitarios, Boca Jrs. y River Plate, Boedo y Florida, peronistas y radicales, progresistas y conservadores, etcétera.
Es justo señalar que el debate en torno a este vino no es exclusivo de nuestro país, pero sí es cierto que está muy en boga por estos tiempos. Se trata de la polémica por los denominados vinos Naranjo. En lo que respecta a las discusiones que tienen a este ejemplar como protagonista, parecen haber más buenas intenciones que buenas ejecuciones.
En efecto, en este universo parecen proliferar ejemplares que no alcanzan los estándares a los que una persona habituada a consumir vino de buena calidad aspiraría. Aún más, son pocos aquellos ejemplares que consiguen calibrar la visión y la concreción. Lo cierto es que tales ejemplares existen, y es posible hallarlos entre la vastísima oferta vinícola de Argentina.
Lo cierto es que el Naranjo supone, hoy por hoy, una tendencia no solo en la Argentina sino en el mundo. De esa manera, los restaurantes más en boga y las vinotecas más aggiornadas están abastecidos de este tipo de ejemplares. Tal es así que existe una sobreoferta de estos vinos . Sin embargo, no se trata de una invención contemporánea. Por el contrario, sus orígenes pueden rastrearse hasta unos 800 siglos atrás en regiones de Europa.
De dónde viene el vino Naranjo
El naranjo es un vino procedente de uvas blancas a las cuales, en contraste con su tratamiento clásico, se fermentan con las pieles. De esta manera pueden extraerse los polifenoles y pigmentos que acrecientan la intensidad del color y el matiz de los vinos. Así, en vez de reminiscencias de un típico vino blanco, se obtendrán tonos dorados y, en algunas ocasiones, de color naranja. Por otro lado, en su proceso de elaboración se extraen sabores, texturas y aromas que los caracterizan y los hacen tan particulares.
No obstante tratarse de vinos con siglos de historia, su revival tiene lugar desde hace algunos pocos años. Principalmente, fue gracias a productores tales como Radikon o Gravner, en la región italiana de Friuli. Fue aquí que surgieron grandes exponentes que fueron posteriormente imitados alrededor del mundo.
Este nuevo auge del Naranjo trajo consigo una proliferación de estilos. En efecto, existen distintos estilos dentro de los vinos Naranjos. Algunos ejemplares son más pulidos, mientras que otros se caracterizan por buscar un estilo más rústico. En suma, se trata de una paleta aromática con mucha más intensidad, aromas más profundos a flores, especias, frutos y cáscaras de cítricos, las cuales son el producto exclusivo del contacto con las pieles.
El principal problema que tiene el Naranjo en nuestro país es la incerteza. Ante la falta de precisión de una narrativa local en torno a esta variedad de vino, hoy en día, en Argentina puede llamarse Naranjo a virtualmente cualquier espécimen. Sin embargo, la problemática no radica en la diversidad. Por el contrario, sucede que muchos ejemplares en fase de experimentación se embotellan y lanzan al mercado. Así, el consumidor puede encontrarse con productos erráticos e imprecisos que comparten las estanterías con vinos sanos y disfrutables.