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SOCIEDAD

La «maldición» del turismo de Catamarca

A pesar de ser un diamante en bruto, es la política la que “no quiere” el desarrollo turístico en la Provincia.

Turismo en Catamarca

Catamarca.- (Por Juan Carlos Andrada).- Como consecuencia de la repercusión de la publicación que este medio realizó, “Verdades y mentiras sobre el turismo en Catamarca”, decidí escribir una segunda parte. La tierra gobernada por Raúl Jalil tiene un gran potencial y todas las bondades naturales, pero un defecto resalta entre varios: brinda servicios “a los ponchazos”, ese es el problema.

La comparación presurosa con la mentada “Salta la Linda” de Racedo Aragón, aunque odiosa es inevitable, y tal vez lleguemos a concluir juntos por qué es la política la que “no quiere” el desarrollo turístico, a pesar de ser Catamarca un paraíso, un diamante en bruto.

La diferencia con el modelo «Salta la Linda»

El que quiera conocer en detalle el plan turístico de Salta lo puede encontrar en las páginas oficiales. Anticipé que tomaremos únicamente lo que nos sirve a fin de ser categóricos. “Necesito marcar que Salta es gastronomía y tradición”, repetía Racedo Aragón. Así, el turista bajaba del avión y en su cabeza resonaban las mágicas palabras: “Empanadas, locro, vino, Peña Balderrama, zambas”.

Mientras tanto, Catamarca, en las antípodas, se empeña en bancar la parada de franquicias de Buenos Aires, fomentando los locales de comidas rápidas, nada más alejado de lo autóctono. ¿Y la tradición? ¿Y las costumbres? ¿Y las comidas típicas? Mucho gusto, relegadas.

Lo mismo pasa con otro tema sensible. Siguiendo con la comparación, Salta bregó por mantener el estilo arquitectónico apoyando la iniciativa turística con leyes, a diferencia de Catamarca donde la familia del propio gobernador Raúl Jalil tiró abajo estructuras colosales al solo efecto de instalar concesionarias de autos o hacer playas de estacionamiento.

Y es aquí donde, en esta comparación perversa, nos preguntamos dónde fueron a parar las inversiones. Salta orientó sus créditos al sector hotelero y gastronómico, mientras en Catamarca, la corporación Jalil acrecienta el número de sus propiedades, arrasando con el patrimonio histórico de los catamarqueños.

El Ministerio de Turismo y su falta de control

Nunca les importó nada, y eso es solo la punta del iceberg. No hace falta mucha imaginación para suponer lo que hay entre bambalinas. Los prestadores turísticos están muy lejos de tener control externo, tampoco les funciona el autocontrol. Actúan sin estar registrados en el Ministerio de Turismo de Catamarca, los guías turísticos carecen de carnet habilitante, ni qué hablar de la falta de capacitación en RCP (reanimación cardiopulmonar) para brindar asistencia en lugares agrestes o inhóspitos como la puna.

Este es un tema gravísimo en el oeste provincial, en particular en Antofagasta de la Sierra. Si sucediera un accidente –Dios no lo permita-, los vehículos carecen de habilitación y seguro contra terceros. Ni siquiera tienen las cuatro cubiertas en condiciones. Una falta total de interés por parte de la Provincia, teniendo excelentes legislaciones para echar manos de ellas.

Y yo me pregunto qué tan difícil podría llegar a ser implementar un registro con datos personales y hacer un seguimiento. Pero no, en Catamarca cualquiera ingresa sin pagar un céntimo, y peor aún, contratan un servicio sin cobertura, con el consabido riesgo para el incauto turista. Poniendo Fiambalá como ejemplo, todo el mundo se quiere “salvar” haciéndose de una cabaña para alquilar, construidas con bloques y aberturas ordinarias, donde el verano es más caluroso adentro que afuera, y el invierno, ni qué hablar, el frío congela hasta el último hueso.

Fiambalá, triste ejemplo de lo que es el turismo en Catamarca

Todos quieren trabajar, “hacer una moneda”, bienvenido sea, pero así, a la larga, es perjudicial. Un camino sin rumbo, o más bien con rumbo infinito. No existe el asesoramiento para construir, las edificaciones están a la buena de Dios. Si hablamos de Internet, un servicio esencial para los tiempos que corren, en muchos lugares no existe, y en los que hay, es ineficiente.

Lo peor está en la carencia de necesidades básicas: no hay agua ni energía. Y va una advertencia: con el antecedente que tiene el distrito, cuando los chinos pongan en marcha el próximo proyecto minero, o se dignen a prender los motores, prepárese Fiambalá para quedarse sin luz.

La ausencia de capacitación en la provincia es pasmosa. En la última Feria Internacional de Turismo que se llevó a cabo en Buenos Aires, solo participaron dos municipios de la región del este catamarqueño (Los Altos y Ancasti). ¿El motivo? No les interesa hablar de sus localidades, los intendentes redujeron su creatividad a la construcción de plazas de dudosos gustos, y una festichola al año, digo, perdón, festival. Si salís del casco céntrico, en dos cuadras se acabó el turismo.

El turismo, politizado

En lugar de establecer una política turística o un plan de turismo, “politizaron” el turismo. Me atrevo a comentar una infidencia. Alguna vez, conversando sobre estas cosas con un ministro, deslizó la terrible afirmación de que no les interesa el turismo porque genera empleados libres, que no dependen del gobierno de turno. Claro, ¿qué político quiere tener ciudadanos independientes que podrían votar en su contra después? En síntesis, no le prestan debida atención al turismo porque pierden el control sobre las personas y peligra el poder político y económico, en una palabra, todo es una cuestión de caja.

Con ese criterio, la beca será siempre más importante que el desarrollo turístico. Los griegos lo decían con más estilo: la belleza es un problema, conlleva una terrible maldición. Lo bueno es que si Salta, la provincia del Señor y la Virgen del Milagro, pudo romper con el conjuro, ya sea por convicción o perspectiva política, lo mismo puede suceder con la tierra de la Virgen del Valle.

¡Vamos Catamarca, a vos nunca te faltó la fe!

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