El invierno quedó atrás, la tierra despierta y la vid comienza a desperezarse, demostrando con su lloro que el tiempo de descanso terminó. El torrontés y la primavera se llevan de maravillas, son una dupla imbatible para apaciguar el calor. Más aún cuando va acompañado del bocado norteño más famoso: la empanada.
La cepa torrontés es el emblema del norte argentino. Su origen se remonta a los tiempos coloniales, allá por el siglo XVI, cuando la Corona española fomentó la plantación de viñedos en el Nuevo Mundo. Fue precisamente el rey Carlos V que exigió el cultivo de vides y olivos a los que se migraban a las Indias, sorteando las dificultades que conllevaban los largos viajes marítimos, cuando brotaban fuera de tiempo al atravesar zonas cálidas y como consecuencia del tiempo que llevaba a los galeones sortear el océano Atlántico.
Así, fue como, a instancias de los peninsulares, los viñedos se extendieron por México, Perú, descendiendo hasta Chile y atravesando Los Andes para recalar en Santiago del Estero, la primera fundación en el territorio argentino, de la mano del padre Juan Cedrón.
Pero no todo lo que brilla es oro y, como de marchas y contramarchas se teje la historia, transcurrido un tiempo, a fines de ese mismo siglo, la Corona volvió sobre sus pasos, temerosa de que estos vinos pudieran competir, y, más aún opacar a los que se producían en la península española, impuso restricciones a las producciones de vino en las colonias.
A pesar de esta disposición, los habitantes siguieron cultivando vides que, con el tiempo, mezclándose unas a otras, fueron dando lugar a nuevas variedades que hoy hacen el deleite de los aficionados y los que se inician en este mundo de sabores.
Ni sanjuanina ni mendocina
Ni sanjuanina ni mendocina. La torrontés más reconocida es la llamada torrontés riojana. Una mezcla de la uva criolla chica y la moscatel de Alejandría, esta cepa tiene un intenso aroma floral, dando lugar a vinos con equilibrada acidez, terpénicos, vivaces y brillantes.
El valle Calchaquí se jacta de tener uno de los mejores torrontés del Argentina. Su fama fue creciendo con el auge de la viticultura allá por los años noventa, aunque el germen venía desarrollándose tiempo antes. La modernización que tuvo lugar con la apertura de Argentina al mercado internacional potenció aún más su reconocimiento.
La bodega Tukma tiene su Torrontés Gran Reserva, elaborado en Angastaco, Salta, varietal proveniente de viñedos de 50 años. De la mano del reconocido enólogo José Luis Mounier, es un vino de altura con carácter, ideal para degustar con un buen menú regional.
Otro vino para destacar es el José Luis Mounier Reserva Torrontés, elaborado en el paraje El Divisadero, en viñedos de más de 25 años, donde el ochenta por ciento tiene una fermentación en huevos de cemento y veinte por ciento en barrica americana.
Y la joyita del valle Calchaquí es el Viña Centenaria Torrontés 2022 de Bodega Federico Mena Saravia. Vino de altura, elaborado a 1870 metros sobre el nivel del mar, en el Alto Valle de Hualfín, Catamarca, fue reconocido por el “master of wines” Tim Atkin, obteniendo 93 puntos, y es el único vino de Catamarca premiado por él. Su etiqueta lo dice todo, definiéndolo como un vino de color amarillo brillante con tonos verdosos. Muy frutado y típico, de gran frescura. Equilibrado, de largo y armónico final. Irresistible para un atardecer, picadita norteña de por medio.
Maridajes y algo más
Y si de acompañar este elixir se trata, siempre vienen bien las comidas típicas del lugar, desde una buena empanada de carne cortada a cuchillo frita, pasando por tamales y terminando con humita en chala.
Para los más jóvenes, que recién están introduciéndose en este mundo, proponemos tragos a base de torrontés. Así como suena… Las opciones son variadas y diversas, casi tanto como la imaginación lo permita. ¿Por qué no animarse a un Torrontés con menta, jengibre y limón o una Sangría Blanca de Torrontés? Un poco más jugado sería el italianizante cóctel de Torrontés y Aperol, y recordando a Venecia, podría ser un Bellini de Torrontés… sí, como el famosísimo cóctel Bellini, cambiando el prosecco por torrontés conservando la untuosidad del durazno. La suerte está echada, las opciones son variadas, lo importante es animarse a probar.