Noruega se alza como uno de los puertos preferidos para el ingreso de vinos argentinos. Catamarca pica en punta en el listado de preferencias, y entre sus vinos, los elegidos son los de la Bodega Federico Mena Saravia.
Desde extraños paisajes pétreos, formaciones rocosas ancestrales, sinuosos caminos surcados por camélidos del altiplano, volcanes que invitan a soñar y un largo etcétera, Catamarca apunta alto convocando al turismo internacional.
Ahora, una nueva puerta se abre para el ingreso de los vinos hijos de su tierra, en este caso del oeste de la provincia. Exportar no es poca cosa y en los tiempos que corren, con una vasta oferta de vinos argentinos, la provincia de Catamarca comenzó a destacarse en materia vitivinícola.
Hoy le tocó el turno al sector vitivinícola de la mano de la Bodega Federico Mena Saravia, bodega boutique, cuyos vinos prémium se abren paso con un estudiado marketing silencioso, ese que viene de la mano de prestigiosos críticos como Tim Atkin.
Un vino de altura en el corazón de Catamarca
La exportación no es tema sencillo, y si a ello se suma la falta de políticas y apoyo gubernamentales vislumbramos que todo lo que brilla en esta materia es gracias al esfuerzo privado. El entorno natural es maravilloso, pero la política del Gobierno de la provincia de Catamarca deja mucho que desear en cuanto a infraestructura, fomento y cuidado de los inversores, esforzados capitales que deciden apostar en esta riesgosa aventura con dinero, esperanzas y objetivos.
En este rudo contexto, la Bodega Mena Saravia, con una larga tradición vitivinícola, y una más larga aún tradición familiar en el pueblo de Hualfín, convierte al lugar en un punto de referencia importante, ya que está ubicado en el extremo sur del Valle Calchaquí, al decir del renombrado arqueólogo, antropólogo y médico argentino Alberto Rex González, en la “cola del Valle Calchaquí”, remarcando que tanto el tipo de suelo como el clima y la temperatura guardan las mismas características, exceptuando la altura porque Hualfín está a 1900 metros sobre el nivel del mar.
Noruega, un país sin techo
En la península escandinava el consumo de vino creció de manera significativa en los últimos años, a pesar de no ser de las bebidas preferidas hoy es la bebida elegida para cocteles y reuniones formales. La cerveza sigue siendo la bebida con alcohol más consumida.
El vino fue abriéndose espacio progresivamente en el portfolio comercial, por ello los escandinavos al elegir una bebida que acompañe sus momentos tienen muy en claro que la elegancia del vino argentino actualmente compite codo a codo con tradicionales centros vitivinícolas como Francia, España e Italia, incorporando algunos nuevos también como Nueva Zelanda y Sudáfrica.
Al no ser el vino una bebida tradicional, su crecimiento en Noruega no tiene techo. Los días gélidos invitan a degustar los vinos argentinos de calidad, estructurados, con carácter, personalidad y capacidad de guarda, sobre todo los del Valle Calchaquí donde el clima y la altura tejen una base aromática potente, taninos redondos y equilibrada acidez, en una verdadera proporción de sabores.
Los vinos blancos tampoco se quedan atrás en esta curva ascendente, y es en este contexto que el vino torrontés cobra fuerza. El aroma floral que desprende en la copa se abre para brindar la frescura de un atardecer en el campo. El interés también se va extendiendo hacia los espumantes y vinos naturales.
Al no ser una zona vitivinícola, Noruega y la península escandinava en sí abren sus mercados a la importación de bebidas alcohólicas, con los ánimos prestos a conocer distintas variedades del mundo, y ese ánimo abre amplias posibilidades al bienamado malbec argentino.
El rol del Estado en Noruega con el alcohol
En Noruega rige el Vinmonopolet, una cadena del Estado que regula el consumo de alcohol a partir de los 4.7 %. Es a través de este organismo que se asegura la calidad de los productos que se consumen, aunque de la misma forma se controla el consumo. Los impuestos también tienen un lugar de precisión en esta maquinaria, ya que al ser un poco más elevados para el vino también lo sitúa en lugar de prestigio, limitando su consumo, otorgándole un cierto estatus.
La curiosidad de los noruegos los llevó en algunos casos a experimentar en la fabricación de vino con uvas de invernadero, sin descartar la posibilidad de fabricarlo a partir de manzanas o distintas bayas, obteniendo un “vino de fruta”, como lo llaman, aunque en Argentina y en distintos lugares del mundo la legislación vigente circunscribe la palabra “vino” a la bebida obtenida a partir de la fermentación alcohólica de la uva fresca y madura.
Póngase orgullosa Catamarca, los vinos de Hualfín, gracias a una empresa privada, ya están no solo en el continente europeo, sino que llegaron a la península escandinava y van por más. Definitivamente, los noruegos le dieron al mundo la silla Scandia, y los catamarqueños pueden ponerse orgullosos de darle los vinos prémium de la Bodega Federico Mena Saravia.