El caso del gendarme argentino Nahuel Gallo, detenido en Venezuela desde el 8 de diciembre, expuso la compleja situación diplomática con el régimen chavista. Además, abrió un capítulo nuevo sobre las tensiones políticas internas en Argentina. La intervención de figuras kirchneristas como Oscar Laborde, supuestamente respaldadas por Cristina Kirchner, ha generado un fuerte rechazo del Gobierno nacional, que negó cualquier vínculo con dichas gestiones y reafirmó su compromiso de actuar por los canales diplomáticos formales.
Gallo, oriundo de Catamarca y residente en Mendoza, fue detenido al ingresar a Venezuela desde Colombia, para visitar a su familia. Según las acusaciones infundadas del régimen de Nicolás Maduro, esta situación estaría vinculada a un complot que implicaría al presidente Javier Milei y a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, una narrativa que busca justificar el secuestro bajo una lógica política.
Frente a esta delicada situación, la Cancillería argentina aseguró estar trabajando en colaboración con otros países, como Brasil y Francia, para lograr la liberación de Gallo. Sin embargo, la aparición de Laborde, exembajador argentino en Venezuela y señalado por su cercanía al régimen chavista, desató una nueva polémica. Laborde declaró haber gestionado la entrega de una carta de la madre de Gallo al detenido, algo que el Gobierno calificó como «ajeno» y motivado por intereses vinculados al kirchnerismo.
La sombra del kirchnerismo
La figura de Kirchner aparece en el trasfondo de estas gestiones, con versiones que indican que la vicepresidenta habría intervenido tras un pedido de Juan Grabois, quien a su vez habría sido influenciado por contactos en el exterior. Este tipo de maniobras, que mezclan la política interna con la diplomacia informal, no solo generan desconfianza, sino que también dificultan los esfuerzos oficiales para resolver el caso.
Desde Casa Rosada, fuentes oficiales fueron contundentes al calificar a Laborde como “un agente del régimen cubano” y recordaron episodios controvertidos como su presunta participación en la fuga de María de los Ángeles Duarte, exfuncionaria ecuatoriana acusada de corrupción.
Diplomacia versus oportunismo político
El presidente Milei, por su parte, adoptó una postura prudente, visitando a la familia de Gallo en Tucumán y asegurando que se están realizando “todos los esfuerzos diplomáticos y legales” para lograr la liberación del gendarme. La estrategia del gobierno, aunque más lenta, se basa en el respeto a los protocolos internacionales, evitando las concesiones que el régimen de Maduro podría interpretar como una victoria política.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, también respondió con dureza a las acusaciones del chavismo, señalando que “secuestrar a un gendarme argentino no te hace fuerte, te muestra desesperado”. Esta postura busca dejar en claro que Argentina no cederá ante las presiones de un régimen cuestionado a nivel internacional.
El trasfondo de las acusaciones chavistas
Maduro y su círculo cercano, encabezado por Diosdado Cabello, han utilizado el caso Gallo como una herramienta para desviar la atención de la crisis interna en Venezuela y ganar tiempo frente a la presión internacional. Cabello acusó a Bullrich de ser “una fascista” y afirmó que el gendarme formaba parte de un complot armado con supuestos «470 fusiles» destinados a desestabilizar al país.
Estas afirmaciones, carentes de pruebas contundentes, se enmarcan en una narrativa que busca desacreditar a los gobiernos críticos del chavismo, como el de Milei, quien reconoció la victoria opositora en las elecciones presidenciales de Venezuela, en contraposición a los resultados fraudulentos publicados por el régimen.