Durante la última década, el Cabernet Franc producido en nuestro territorio nacional no hizo sino crecer en relevancia y prestigio. De acuerdo con estadísticas proporcionadas por el Instituto Nacional de Vitivinicultura, la superficie total cultivada con este varietal creció en un 131,8% desde 2015. De ese modo, se sumaron más de mil hectáreas, y el Cabernet Franc se convirtió en una de las cuatro variedades que más creció en la dicho período de tiempo.
En lo que respecta a términos comerciales, el Instituto Nacional de Vitivinicultura aseguró que “las exportaciones han crecido 612,9% en los últimos diez años y las ventas en el mercado interno aumentaron 585,3% en el mismo período”. Precisamente, hace diez años, la respetada revista Decanter realizó una publicación cuyo título de portada destacaba “Los nuevos tintos estrella de la Argentina”.
Los redactores de Decanter aludían de ese modo a una variedad que, todavía incipientemente, comenzaba a constituir un nombre propio. Por aquella época, Argentina solo contaba con 750 hectáreas de Cabernet Franc cultivadas, frente las más de 38.400 del Malbec. No obstante, en esos días los tintos argentinos elaborados con esta variedad ya hubieron comenzado a despuntar ante los ojos de la crítica y los expertos internacionales.
Las virtudes del Cabernet Franc argentino
De acuerdo a enólogos de renombre, el Cabernet Franc presenta algunas similitudes con el Malbec. No, por cierto, en términos del sabor, pero sí en lo que respecta a su manera de comportarse. Como en muchos otros casos, la zona de cultivo es la que le concede el carácter al vino elaborado a partir de uvas Cabernet Franc.
Efectivamente, dependiendo de la zona obtendremos vinos con distintas fortalezas y características. Bien valdría decir, entonces, que se trata de un varietal permeable al terroir. Es decir, junto con el vino es posible capturar la esencia del paisaje en cada embotellado. Esta característica, por ejemplo, la distingue del Cabernet Sauvignon, en tanto que, en el último caso, la variedad pesa más que la zona en lo que hace al carácter del vino.
Sus orígenes en Argentina
Los vinos elaborados a partir de uvas Cabernet Franc surgen en Argentina como una cepa que interviniente en los blends de tintos, siguiendo la vieja tradición de los vinos bordigalenses durante los siglos XVIII y XIX.
Eventual y paulatinamente, distintas bodegas tuvieron la iniciativa de sumarlo a sus etiquetas en términos de cepa única. Hoy en día, la mayor parte de las bodegas nacionales lo tienen incorporado en una o más líneas de vinos.
Una comparación que tiende a surgir de manera habitual es aquella con el Cabernet Sauvignon. El origen se remonta a cierto parecido entre ambos vinos. Asimismo, también se relaciona con que este es resultado de una cruza entre el Cabernet Franc y el Sauvignon Blanc, tal como puede intuirse a partir de su nombre.
Sin embargo, el Cabernet Franc tiende a ser algo más sutil que su vástago, en tanto que suele ser menos corpulento y con menos intensidad de color que el Cabernet Sauvignon. No obstante lo cual, entre sus ventajas se cuentan que tiende a ser más fresco y a presentar una mayor expresión en términos de aromas.
Por otra parte, su escasez, pues aún considerando aquel crecimiento al que referimos en los primeros párrafos, su producción sigue siendo minoritaria en comparación, sumada con la prestigiosa calidad de los vinos producidos a partir de esta variedad condujo a que la mayor parte de los Cabernet Franc nacionales ostente un rango de precios que oscilan entre elevado a muy elevado.
Sin embargo, no es cuestión de desesperar: en el mercado interno es posible hallar ejemplares de una calidad sobresaliente a precios más que cómodos.