De manera generalizada, se tiende a asociar a los vinos espumantes con los festejos y las celebraciones; sin embargo, el Franciacorta tiene una cualidad que lo separa del montón: va con todas las comidas.
Por supuesto, existen muchos devotos del Champagne que ensalzan la maravilla de combinar ese querido producto rico en acidez con una larga lista de platos. Sin embargo, cuando se trata de complementos que limpian el paladar mediante la neutralización de sabores, no se trata solo de la acidez.
Precisamente aquí radica el poder secreto del Franciacorta, el vino espumante originario del norte de Italia que tiende a pasar desapercibido frente a los ojos de los entusiastas del vino: un equilibrio perfecto entre acidez y sabor, pero también presentando una dosis saludable de frutas carnosas y maduras.
Aquella madurez que caracteriza a los vinos Franciacorta contribuye en en que su nivel de acidez, aunque todavía elevado, sea menor que en el caso de los Champagnes. De ese modo de obtiene un vino con un perfil más balanceado de modo natural para que no sea necesario llevar a cabo un ajuste mediante dosificación.
La dosificación es el líquido azucarado que se agrega después del degüelle (que el proceso en que se deshace de los depósitos de levadura sobrantes de la segunda fermentación en la que se forman las burbujas y se envejecen los vinos espumantes durante un tiempo). Se utiliza tanto para matizar los aspectos más incisivos con alto contenido de ácido de algunos espumantes tradicionales, como así también para crear un estilo cuvée característico. Con Franciacorta, aquella dosis de azúcar necesaria en todos los ámbitos tiende a ser mucho menor o no se utiliza en absoluto, porque simplemente no se la precisa.
Características del terroir
Ubicada en las faldas de las montañas alpinas de la provincia de Lombardía, Franciacorta está a unas 80 kilómetros al este de Milán y cubre alrededor de 24.000 hectáreas, un poco más grande que el distrito de Brooklyn en Nueva York. Si bien se produce vino en la zona desde el siglo VIII de la Edad Media, no fue sino hasta 1955 cuando un enólogo de renombre, llamado Franco Ziliani, tuvo la osadía y la visión de sugerir que el clima y las condiciones de cultivo de Franciacorta serían una buena apuesta para elaborar vino espumante mediante el método tradicional «a la Champagne«.
Zillani, junto al productor vinícola Guido Berlucchi, se asociaron y para 1961 tuvieron su primera cosecha exitosa. En efecto, fue tan exitosa que le confirió a la región de Franciacorta la Denominación de Origen Controlada poco después, en el año 1967. Así también, desde el año 1995 la región adquirió una promoción con la más prestigiosa Denominación de Origen Controlada y Garantizada.
Las variedades presentes en la zona
Hoy en día, la uva principal que se cultiva y que puede hallarse con asiduidad en la mayoría de las cuvées es la Chardonnay, mientras que la Pinot Noir y la Pinot Bianco constituyen el resto de la totalidad. Sin embargo, últimamente ha habido un creciente interés en restaurar las plantaciones de una variedad antigua, de maduración tardía y amigable con el cambio climático, Erbamot, para todos aquellos fanáticos de las uvas autóctonas.
Todo aquellas variedades se agrupan en cinco categorías distintas pero relacionadas entre sí: Franciacorta, sin añada y típicamente de estilo brut; Rosé, que debe tener un mínimo de 35% de Pinot Noir; Satèn (cuyo nombre sugiere un adelanto acerca de su excepcional textura sedosa), que es un estilo Blanc de Blancs elaborado, en la mayoría de los casos, en un cien por ciento con Chardonnay; y Millesimato y Riserva, enfocado en las añadas.