El peso argentino fue la moneda que más se apreció a nivel mundial durante 2024 bajo el Gobierno de Javier Milei, con un incremento del 40,1% en su valor, incluso más que el dólar. Este resultado posiciona a la divisa nacional por encima de la lira turca, que alcanzó un 16,5% de revalorización, y del ringgit malayo, que ocupó el tercer lugar.
Los datos extraídos de un informe de GMA Capital basado en datos del Bank for International Settlements (BIS) también indican que el real brasileño de Lula da Silva, moneda de la principal economía socia de Argentina en el Mercosur, sufrió una devaluación del 13%. Entre otras divisas que registraron caídas se encuentran las de México, Hungría, Corea del Sur y Chile.
La receta detrás del éxito de Javier Milei para fortalecer el peso argentino frente al dólar
El esquema cambiario argentino, caracterizado por un cepo y un ritmo mensual de devaluación controlada en torno al 2%, explica gran parte de esta apreciación. Sin embargo, este ajuste está muy por debajo del Índice de Precios al Consumidor (IPC), lo que llevó a que el tipo de cambio real multilateral (TCRM), indicador clave de competitividad económica, se ubique en mínimos históricos desde 2015 y cerca de los niveles de 2001.
Según GMA Capital, este escenario afecta el sector externo. En septiembre, el saldo de cuenta corriente cambiaria fue negativo por cuarto mes consecutivo, acumulando una salida de divisas de 3.636 millones de dólares en el tercer trimestre.
El estudio también analizó el impacto en los salarios. Medidos en dólares al tipo de cambio mayorista, estos promedian algo más de 1.100 dólares, un nivel similar al del bienio 2008-2009, pero aún lejos de los picos entre 2.000 y 2.100 dólares registrados entre 2013 y 2015. Estos valores, según GMA, resultaron insostenibles en el pasado.
El informe concluye que, con políticas de desregulación y reducción del gasto público, Argentina podría mantener un tipo de cambio más apreciado. Sin embargo, advierte sobre la necesidad de reformas estructurales, como la laboral, para garantizar que el «súper peso» no se convierta en un problema a mediano plazo.