Las características intrínsecas del vino blanco son la clave que lo constituye en uno de los vinos más elegidos en todo el mundo. Especialmente, su ductilidad, frescura y el amplio abanico de sabores lo constituyen en un vino óptimo tanto para disfrutarse solo como así también en maridajes que incluyen pescados, mariscos y carnes de ave.
Los vinos blancos se elaboran a partir de uvas con tonalidades que oscilan entre el verde pálido y el amarillento, sin contacto con la piel, excepto en los casos de los vinos llamados ambarinos o naranjas. Efectivamente, son los pigmentos de la piel los dan como resultado el matiz particular de cada vino, por lo que la ausencia de contacto entre la piel y el jugo se traduce en un vino esencialmente incoloro.
La principal característica de los vinos blancos radica en su acidez. Ello responde casi exclusivamente a que se recogen antes de la maduración total de la fruta. Además de mantener una acidez elevada, dicho procedimiento mantiene los sabores ligeros y refrescantes. Por otro lado, la mayoría de ellos omiten el período de crianza en roble, duplicando de ese modo el sabor fresco. Asimismo, los sabores cítricos y reminiscentes a frutas de árbol se apartan de las notas a bayas y ciruelas características del vino tinto.
Algunas de las variedades de vino blanco más buscadas
Estrictamente hablando, el color de un vino no es más que el principio. A ello le sigue la variedad, lo cual no siempre es tarea fácil de determinar. En efecto, es difícil encasillar todos los vinos de una misma uva como un mismo tipo de cuerpo. Así, por ejemplo, los célebres Sauvignon Blanc del Valle del Loira se caracterizan por presentar mucho cuerpo; sin embargo los Sauvignon Blanc procedentes de Nueva Zelanda, por ejemplo, tienden a ser ligeros y con mayor vivacidad. No obstante, existen estilos típicos para cada variedad, lo cual constituye una más que eficiente guía para indagar en el universo de los vinos blancos.
Es una tarea dificultosa y ardua la de precisar el número exacto de cepas de uvas blancas, siendo que existen muchas variedades de uva regionales y poco difundidas. Algunas estimaciones oscilan entre cien y varios cientos de variedades diferentes de uvas de vino blanco alrededor del mundo. Baste mencionar apenas algunos de los tipos más conocidos y populares, como por ejemplo Chardonnay, Torrontés, Sauvignon Blanc, Riesling o Pinot Gris.
Sauvignon Blanc
El Sauvignon Blanc supone una variedad de vino blanco que resulta fresco y refrescante. Es originaria de Francia, aunque resultó teniendo éxito en muchas otras regiones de más de 30 países. Particularmente en Nueva Zelanda, donde alrededor del 85% de las exportaciones son de esta cepa. Esta uva elabora vinos que presentan una acidez vibrante con perfiles bien aromáticos y que suelen incluir algunas notas cítricas, de manzana verde y herbáceas, como el pimiento. La notable calidad de la uva Sauvignon Blanc la hace una perfecta opción para climas más bien cálidos y maridados con mariscos, ensaladas y quesos.
Torrontés
Dados su frescura y equilibrio tan característicos, la variedad Torrontés históricamente supone una de las más consumidas de la Argentina. No obstante, hasta hace relativamente poco tiempo no se sabía a ciencia cierta cuál habría sido el origen de esa uva con tamaño carácter y personalidad. El proceso de identificación de esta cepa fue complejo, por decir lo mínimo, ya que en un principio habitó a la par de otros varietales de manera indiferenciada. Asimismo, científicamente hablando, esta cepa no poseía un nombre ni una descripción ampelográfica; en otras palabras, no había rastros teóricos ni registros empíricos de su existencia.
Por fortuna, con el tiempo, una variedad de estudios genéticos consiguieron dar con sus orígenes y así se pudo determinar que esta variedad es resultado de una cruza natural de las cepas Moscatel de Alejandría y Criolla Chica, las cuales llegaron a lo que hoy constituye nuestro territorio nacional durante el período colonial. Sugerimos de manera enfática probar el vino Centenaria Torrontés de la Bodega Federico Mena Saravia, un vino estructurado y fresco, con notas de cítricos, duraznos y flores blancas, y dueños de un final armónico y prolongado.
Se dice que el escritor irlandés, James Joyce (1882-1941), por cierto un gran bebedor y aficionado al vino blanco, declaró en una ocasión mientras entraba a un bar en Zúrich, Suiza, que «los vinos blancos saben a electricidad. Los vinos tintos se ven y saben como un bife licuado». En efecto, tal era su afición con el vino blanco que, de acuerdo a su biógrafo, Richard Ellmann, Joyce lo bebía exclusivamente. Sin desmerecer a la gloria de los tintos, la sabiduría de Joyce es notable: un buen vino blanco supone una experiencia electrificante.