Ya sea que estemos hablando de juego recreativo y responsable o juego patológico o problemático, se producen en el cerebro humano distintas reacciones químicas y psicológicas. En el centro del cráneo de los humanos, una serie de circuitos, conocidas como sistema o circuito de recompensa, contacta regiones dispersas del cerebro que tienen que ver con la memoria, la motricidad, el placer y la motivación. Cada vez que una persona emprende una actividad que nos estimula de manera positiva, las neuronas del sistema de recompensa expele un mensajero químico llamo dopamina.
La dopamina concede una breve ola de satisfacción e insta a la persona a acostumbrarse de, por ejemplo, una comida copiosa u otras actividades recreativas. Sucede que, cuando el cerebro está estimulado por sustancias nocivas, tales como anfetaminas, cocaína u otras drogas adictivas, el sistema de recompensa produce hasta diez veces más cantidades de dopamina que lo usual.
El uso prolongado de dichas sustancias priva a las personas de la habilidad de inducir euforia. Las sustancias adictivas mantienen el cerebro tan aletargado en dopamina que eventualmente se adapta a producir menos moléculas y a ser menos receptivo a sus efectos. Como consecuencia directa, quienes son adictos desarrollan tolerancia a la sustancia de que se trate, necesitando cada vez mayores cantidades.
Al mismo tiempo, las vías neuronales que conectan el circuito de recompensa con la corteza prefrontal se debilitan. La corteza prefrontal, situada justo por encima y detrás de los ojos, ayuda a las personas a controlar los impulsos. En otras palabras, cuanto más consume una sustancia un adicto, más difícil le resulta dejarla.
El caso de las apuestas
Estudios actuales demostraron que los jugadores patológicos y los adictos a las sustancias comparten muchas de las mismas predisposiciones genéticas concernientes a la impulsividad y la búsqueda de recompensa. Así como los adictos a las sustancias precisan de cada vez mayores dosis para producir el mismo efecto, los jugadores compulsivos buscan hazañas cada vez más riesgosas. Asimismo, ambos tipos de personas enfrentan síntomas de abstinencia cuando son privados del compuesto químico o la emoción que ansían.
Algunos estudios incluso sugieren que algunas personas son especialmente vulnerables tanto a la adicción a las drogas como al juego patológico, dado que su circuito de recompensa es inherentemente poco activo, lo cual puede explicar, en parte, por qué razón buscan grandes emociones en primer lugar.
Aún más revelador es el hecho de que los neurocientíficos descubrieron que las drogas y los juegos de azar afectan muchos de los mismos circuitos cerebrales de manera muy similar. Este relevamiento procede de estudios del flujo sanguíneo y la actividad eléctrica en el cerebro de las personas mientras llevan a cabo diversas actividades en computadoras que replican los juegos de casino o ponen a prueba su control de impulsos. En algunos de aquellos experimentos, las cartas virtuales, seleccionadas a partir de diferentes barajas, hacen ganar o perder dinero al sujeto en cuestión. Por otro lado, otras tareas consisten en desafiar a alguien a responder de manera expedita ante ciertas imágenes que aparecen en una pantalla, pero a no reaccionar ante otras.
Una nueva comprensión del juego problemático también contribuyó con los científicos a la hora de redefinir la adicción en sí misma. Mientras que los expertos solían pensar que la adicción era la dependencia de una sustancia química, ahora la definen como la búsqueda repetida de una experiencia gratificante a pesar de las graves repercusiones.