El presidente colombiano Gustavo Petro sorprendió al anunciar que no permitirá la entrada de aviones con ciudadanos colombianos deportados desde Estados Unidos, argumentando que estos migrantes han sido tratados de manera indigna. Sin embargo, detrás de esta declaración, muchos analistas observan una estrategia política que apunta a polarizar con Donald Trump y reforzar su posición interna, más que a ofrecer soluciones concretas a la crisis migratoria.
Petro escribió en sus redes sociales: «Los EEUU no pueden tratar como delincuentes a los migrantes colombianos. Desautorizo la entrada de aviones norteamericanos con migrantes colombianos a nuestro territorio. EEUU debe establecer un protocolo de tratamiento digno a los migrantes antes que los recibamos nosotros». Esta postura, aunque contundente, parece ignorar la necesidad de enfrentar las causas profundas que llevan a miles de colombianos a abandonar su país cada año en busca de un futuro mejor.
Un país que expulsa a su gente
La negativa de Petro a recibir a los deportados desvía el foco del verdadero problema: las políticas internas que empujan a los ciudadanos a emigrar. Bajo su mandato, Colombia ha experimentado un crecimiento del gasto público en programas populistas que no generan un impacto sostenible en la economía ni mejoras significativas en la calidad de vida. Este tipo de políticas, propias de gobiernos de izquierda que privilegian la imagen sobre los resultados, no atacan los problemas estructurales como el desempleo, la inseguridad y la falta de oportunidades.
En lugar de buscar rédito político polarizando con Trump, Petro debería priorizar la implementación de políticas públicas que reduzcan la emigración forzada. Mejorar las condiciones laborales, garantizar la seguridad y promover el crecimiento económico son medidas que podrían disminuir significativamente el número de colombianos que arriesgan sus vidas al intentar cruzar fronteras.
Trump y la deportación de personas con antecedentes penales
Por su parte, Trump ha endurecido su discurso migratorio, buscando cumplir su promesa de campaña de intensificar las deportaciones. Según cifras oficiales, en las últimas semanas se deportaron cientos de personas con antecedentes penales, en lo que la administración calificó como “la mayor operación de este tipo en la historia del país”.
Si bien la política de Trump se critica por su dureza, es innegable que la deportación de individuos con antecedentes penales busca garantizar la seguridad interna. Sin embargo, es esencial que estas medidas se implementen con un enfoque que proteja a las personas inocentes y respete los derechos de quienes cumplen con los requisitos legales.
Crisis migratoria: una responsabilidad compartida
La tensión entre Colombia y Estados Unidos por este tema evidencia una realidad compleja: la crisis migratoria no se resolverá con declaraciones confrontativas ni con políticas extremas. Requiere cooperación internacional y un compromiso real por parte de los países de origen para mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos.
Mientras Petro opta por un discurso confrontativo, parece desatender los problemas estructurales que llevan a tantos colombianos a buscar mejores oportunidades fuera de su país. En este contexto, sus declaraciones parecen más un intento de desviar la atención de sus propias fallas que una solución efectiva a la crisis migratoria.
La migración es un fenómeno que refleja desigualdades profundas. Para enfrentarlo, es necesario un enfoque integral que combine políticas internas sólidas y una colaboración internacional que priorice los derechos humanos y la seguridad. Petro tiene en sus manos la oportunidad de liderar un cambio estructural en Colombia, pero decisiones como esta parecen priorizar la retórica por encima de los resultados.