Estudios recientes enfocados en la tendencia a apostar que cada día parece aumentar en el universo de la juventud mundial arrojaron resultados más que sugerentes. Efectivamente, todo parece indicar que los jóvenes de los estratos medios bajos tienden a destinar más dinero a las apuestas en relación a cantidad que les dan sus progenitores para poder cubrir gastos.
Concretamente, se estableció un promedio según el cual, cada cien pesos concedidos por los padres, se apuesta una cantidad de 176 pesos. En otras palabras, es posible afirmar que se destina más dinero que el que reciben.
En contraste, en los estratos altos (33 de cada cien pesos) y bajos (27 de cada cien), los jóvenes destinan aproximadamente un tercio del dinero que reciben de su familia. Asimismo, aparecen fenómenos que suponen prácticas alarmantes.
Por ejemplo, en las clases más altas existen muchos casos en que los jóvenes sustraen dinero de sus familias. Por su parte, en las clases más bajas surge la figura de los prestamistas que acechan la vulnerabilidad de los jóvenes cuya preocupación se centra en recuperar aquello que perdieron al apostar en primer lugar.
Relacionado con aquellos fenómenos, el 80% de las apuestas online suceden en sitios ilegales. Por supuesto, como toda actividad fuera de la ley, las apuestas comienzan a interconectarse con otras actividades propias del mundo del hampa. De ese modo, en muchos barrios populares es correcto comenzar a hablar de redes de apuestas ilegales cuyo asidero se sostiene sobre otra red que ya estaba consolidada: el narcotráfico.
Las principales consecuencias
En términos generales, lo que ocurre es que los jóvenes apostadores suponen un blanco mucho más fácil de cooptar, dadas su vulnerabilidad y desesperación, y así involucrarlos en el sistema de conchabado del narcomenudeo. Este sistema no difiere demasiado del esquema de estafas conocido como esquema Ponzi o estafas piramidales: cada nuevo recluta debe, a su vez, sumar más personas a la organización.
De ese modo, los jóvenes ingresan en una especie de círculo vicioso: en principio se endeudan en las plataformas de juegos, pierden y por lo tanto se ven tentados a recurrir a estos prestamistas, a los cuales, por supuesto, luego les resulta difícil devolver el dinero solicitado. Endeudados, entonces, son víctimas de amenazas para trabajar para estos nuevos usureros.