Una problemática que no deja de crecer es la proliferación de prácticas relacionadas con las apuestas y los juegos de azar, tanto en los avatares tradicionales como las nuevas formas vinculadas a la virtualidad. En las clases populares, tal problemática se agudiza en razón de la proporción de dinero que se apuesta, pero también en fenómenos tales como padres que apuestan junto a los hijos, de manera habitual.
En efecto, en las clases populares son muchos los casos de familias que apuestan fundamentalmente porque precisan dinero. Las apuestas se presentan como una posibilidad de obtener ingresos extra para poder, incluso, llegar a fin de mes, en razón de que el salario que perciben, si es que lo perciben, no les alcanza. De ese modo, las apuestas asumen la forma de una posible salvación.
Falta de educación financiera
Por otro lado, existe el agravante de la falta de educación financiera. Esta falta también contribuye con la confusión entre lo que son las apuestas con las inversiones.
Asimismo, en el entorno de la circulación de discursos sociales, particularmente en las redes digitales, es muy habitual encontrar expresiones y frases hechas malintencionadas como «hacer circular el dinero», «duplicarlo» o «no tenerlo quieto», especialmente entre varones jóvenes con un perfil que pretende ser el de alguien de éxito.
Así, al carecer de educación financiera es muy fácil y plausible llegar a confundir apostar con invertir. De ese modo, podemos decir que existe algo así como un clima, un discurso de época, en el que las apuestas online se presentan como sintomáticas.
De acuerdo con los especialistas, el alto índice de apuestas entre los sectores medios bajos también se relaciona, en parte, a lo que se suele denominar “crisis de la expectativa”. La juventud en general y los sectores más bajos en particular se encuentran atravesando una serie de crisis, pero hay una que es acaso la más notoria y preocupante por lo urgente.
En efecto, hay una especie de desencanto, una marcada falta de expectativa en todo lo que atañe al ascenso social: por ejemplo, poder conseguir un empleo en blanco, aún con estudios y esfuerzos. Los jóvenes parecen no tener mucha esperanza respecto a que el futuro pueda ser mejor. Aún más, en muchos casos, el futuro se desestima completamente frente al cliché del «vivir el ahora». Por supuesto, ello trae aparejadas medidas desesperadas, tales como hacer apuestas u otro tipo de consumos problemáticos.