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SOCIEDAD

La tendencia de los vinos oceánicos argentinos

Una variedad relativamente nueva de vinos, con características e impronta intrínsecas que coinciden con los nuevos gustos de los consumidores y los sitúa en un lugar prometedor.

Vino Blanco

Cada vez más, el público argentino, en particular, y mundial, en general, tiende a nuevas alternativas tales como los llamados vinos oceánicos. En términos generales, se trata de variedades que presentan alta acidez y notas más minerales. Asimismo, presentan aromas más delicados que los vinos de otras zonas más templadas. De ese modo, algunos de los ejemplares más notables pertenecen a las variedades Riesling, Sauvignon Blanc, Gewürztraminer, Chardonnay, Pinot Noir como así también opciones espumantes extra brut y brut rosé.

En todos los casos las vides que dieron vida a los vinos oceánicos son originarias de Europa y se las importó desde un vivero de Italia. Genéticamente hablando, surgieron a partir de clones franceses y alemanes, que se trasplantaron a tres mil metros del mar y se ven atravesadas por los aires procedentes del Atlántico.

Sin lugar a dudas, se trata de un stock muy poco tradicional aquel que se está lanzando, siendo que la mayor parte de los productores vitivinícolas tiende a las variedades más seguras, a saber Malbec, Cabernet Sauvignon y Chardonnay. En términos filosóficos, los productores de vinos oceánicos buscan fundamentalmente instalar una diversidad en el mundo vinícola, de modo tal que los consumidores tengan siempre la ocasión de poder variar sus preferencias en lugar de cerrarse a los mismos estilos clásicos.

Como es evidente, algunas de las cepas son prácticamente únicas en el país. Paralelamente, aquellas otras sí son frecuentes en el mercado local, adquieren características, tonalidades, aromas y sabores únicos que responden de manera exclusiva a este enclave cercano al mar en que se cultivaron.

El caso de Costa & Pampa

La marca Costa & Pampa, propiedad de la bodega Trapiche, se cultivan a 44 metros sobre el nivel del mar en la estancia Santa Isabel, ubicada en Chapadmalal, provincia de Buenos Aires. Marcelo Belmonte y Daniel Pini, los ideólogos del proyecto, incluso definen a la zona como «la Champagne argentina». Y es que, a ambos lados del camino que conduce a la bodega, se yerguen extensos terrenos de campos verdes con algunos ejemplares de fauna autóctona, principalmente en lo que refiere al ganado bovino. Los viñedos se sitúan apenas a cinco kilómetros del mar, de modo que se trata de un sitio especialmente inusual para una vitivinicultura que, en términos generales, en nuestro país se asienta casi exclusivamente hacia ladera oeste.

Más allá de contar a su favor con la particularidad del espacio geográfico en que han sido elaborados, lo cual en sí mismo aporta diversidad a la producción vitivinícola argentina, se trata exclusivamente de vinos blancos y de menor graduación alcohólica. No es menor mencionar que este aspecto es coherente con las nuevas tendencias y demandas de los consumidores de vino a nivel mundial. En efecto, de acuerdo con datos procedentes del Instituto Nacional de Vitivinicultura, las exportaciones de vino tinto fraccionado ostentan un crecimiento de cerca del 2,5 por ciento en lo que fue de enero a septiembre del 2024, en comparación con el mismo periodo del año anterior. Asimismo, las ventas al exterior de vino blanco envasado vieron un incremento de un ocho por ciento.

Frescura, austeridad y aroma

Más allá de encontrarse en un área lindante con el océano, lo cual implica una mayor humedad, el sistema de cultivo de los viñedos es a secano. Es decir que no se riegan, sino que dependen exclusivamente de las precipitaciones. En ese sentido, los viñedos reciben cerca de 500 milímetros de agua de lluvia a lo largo del ciclo vegetativo. De modo que es la misma naturaleza la que regula la disponibilidad hídrica del viñedo.

Vinos Blancos

Por otro lado, el frío y el viento producen que los vinos presenten una menor gradación alcohólica de manera completamente natural. En ese sentido, se trata de vinos austeros, más lineales, y con una acidez natural muy evidente. Todo ello resulta en vinos muy frescos y complejos en el aspecto aromático. Todas estas características se ajustan a una tendencia mundial de preferencia por los vinos blancos y rosados que ha estado consolidándose durante los últimos cinco años.