Contrario a lo que puede llegar a creerse, el vino de misa, es decir aquel que se destina al sacramento de la eucaristía, no puede ser cualquier vino, sino que debe reunir, de manera indefectible, algunas características particulares. Sin embargo, el vínculo entre vino y religión no limita únicamente a la celebración litúrgica. En efecto, ya en relatos del Antiguo Testamento pueden hallarse referencias a la viticultura, tal como sucede en el libro del Génesis 9:20-21, durante el relato del Diluvio Universal y el Arca de Noé: «Y comenzó Noé a labrar la tierra y plantó una viña. Y bebió del vino y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda».
Aún más, existen tres sustancias alimenticias que frecuentemente se mencionan en los textos sagrados: el pan, el vino y el aceite. Existe un aspecto casi simbólico de la divinidad representado en estos alimentos por su cualidad primigenia que se relaciona con la cultura, la divinidad y la civilización. Asimismo, sabemos que en las antiguas religiones de Grecia y Roma, el vino tenía un rol fundamental en lo que tiene que ver con los ritos y rituales sagrados.
Los orígenes del vino de misa
El empleo del vino en la liturgia católica cumple una función central en el momento de la eucaristía. De acuerdo con los evangelios, durante la última cena, Jesús compartió el pan y el vino con sus discípulos instituyendo: «Tomen y beban todos de Él, porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía».

Este dogma lleva el nombre de sustanciación o transustanciación y supone que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo de manera respectiva. Los fieles, luego de comer y beber, entran en comunión con la divinidad. De allí el nombre con que se conoce a este sacramento. Es en este momento que el vino de misa servido en el cáliz se consagra por intermedio del sacerdote.
Las aptitudes que debe presentar el vino de misa
Existe una serie de requerimientos excluyentes que los vinos de misa deben cumplir para adecuarse al oficio de la misa. De acuerdo lo instituye el canon 924 del Código de Derecho Canónico: «el vino debe ser natural, del fruto de la vid, y no corrompido. No se puede agregar ningún aditivo ni conservante». Tan estricta es esta legislación que, sin exagerar, debemos a la curia clerical la existencia del vino en América, pues los colonizadores españoles y portugueses trajeron consigo la vid a suelo americano para garantizar la celebración de la misa.
El vino de misa argentino por antonomasia
En la provincia cuyana de Mendoza, se instaló Leandro Cabrini, un inmigrante agricultor procedente de Poviglio, en Italia, a principios del siglo XX. Allí plantó su primer viñedo de uvas Malbec en el año 1918, dos años después de que uno de sus hijos, Guillermo, se ordenara sacerdote salesiano. Fue precisamente él quien tuvo la iniciativa de producir en la Bodega un vino licoroso que pudiera ser apto para celebrar la eucaristía durante la misa. Desde entonces y hasta el día de hoy, Cabrini elabora uno de los más reconocidos vinos de misa argentinos, con un total de 70 mil litros anuales.

En la actualidad, quien administra la bodega es Hugo Cabrini, el bisnieto de Leandro, y además de Malbec, emplean distintas proporciones de uvas Sangiovese, Lambrusco y Bonarda. Contrario a la creencia popular, el vino Mistela no puede ser utilizado en la misa por tratarse de una mezcla de mosto y alcohol que no llega a fermentar, de modo tal que no puede considerarse un vino genuino como impone la Iglesia. Es así que el vino de misa Cabrini consiste en un vino fortificado, es decir, un vino al que se le agrega alcohol durante el proceso de fermentación.
El vino elegido por papas y santos
En el museo familiar de la Bodega Cabrini se encuentran varios documentos que dan cuenta de que sus vinos llegaron a degustarse por varios papas que eventualmente devinieron santos. Uno de aquellos documentos consiste en una carta con membrete oficial del Vaticano, cuya fecha es de diciembre de 1950. En ella, el Papa Pío XII agradece a Leandro Cabrini la encomienda de un vino y le transmite la bendición apostólica. Por otra parte, la misiva lleva la firma de Giovanni Battista Montini, nombre secular de quien, en 1963, asumiría el obispado de Roma con el nombre de Pablo VI. En el año 2018, el Papa Pablo VI sería canonizado por el Papa Francisco, convirtiéndose así oficialmente en santo.
Otros registros, tales como recortes de diarios, con fechas más recientes señalan que el Papa Juan Pablo II? habría usado el vino Cabrini en la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud durante el Jubileo del año 2000. Al igual que en el caso de Pablo VI, el pontífice originario de Polonia también recibió la canonización en el año 2014.