Connect with us

Hola, qué estás buscando?

VIDA Y ESTILO

Las cinco mejores bodegas argentinas para dejarse llevar por los sentidos

La elección del programa es un componente fundamental, porque los paseos enoturísticos son elegidos cuidadosamente, programados y estudiados.

Bodegas argentinas

(Por Carolina Mena Saravia para El Intransigente).- Cinco son los sentidos que nos permiten ver, oír, oler, tocar y degustar. Sobran y bastan para iniciar este camino que nos llevará a recorrer las mejores bodegas argentinas para visitar. La sorpresa es un factor preponderante, dejarse atrapar por el paisaje, la calidad de los vinos y la gastronomía es el primer escalón para adentrarse en la aventura que hoy conocemos como enoturismo.

Hay brindis que surgen del corazón, brindis que son por obligación y brindis que se dan ocasionalmente. Por lo general, los que se realizan en las visitas elegidas a las bodegas son los que permanecen en la memoria. ¿Cuáles son los factores que pueden influir para que estos sean inolvidables? La elección del programa es un componente fundamental, porque los paseos enoturísticos son elegidos cuidadosamente, programados y estudiados.

Estar abierto a las sorpresas bien puede ser un motivo para ser incluido en el listado. No hace falta tanto saber de vinos como estar abiertos a la experiencia. Palabras como varietal, barricas, terroir, blends y cepas vienen por añadidura. Casi imperceptiblemente estos conceptos van colándose en el diccionario personal luego de atender las visitas a las bodegas y comprender los procesos que hacen que la uva se transforme en vino.

La tentación de incluir esta transformación como mágica fue inevitable. No en vano antiguamente, antes de que Luis Pasteur descubriera el proceso de la fermentación en 1857, ante la imposibilidad de hallar alguna explicación de la transformación del jugo de uva en vino, ese era el pensamiento que mantenían los caucásicos y mesopotámicos. Poco importaba qué es lo que era, el placer de degustar el producto final justificaba todo.

Hoy los viajeros inquietos buscan experiencias directas. Nada mejor que recorrer los viñedos, brindar al atardecer, degustar “in situ” comidas regionales que maridan con vinos especialmente combinados, y que en algunos casos también integran las recetas originales. Cada vez hay más creatividad, y una buena forma es generar platos salados y dulces con los vinos que ofrecen las mismas bodegas.

Bodega Federico Mena Saravia (Hualfín, Catamarca)

En el extremo de los Valles Calchaquíes, enclavada en un paisaje de ensueño, entre montañas craqueladas y un cielo infinito, se encuentra esta bodega, un verdadero tesoro escondido. Joyas perdidas como los que relatan las leyendas del lugar, antiguos “tapaos” que habrían sido enterrados por conquistadores, a la espera de ser descubiertos. La historia familiar se remonta al siglo XVII, de la mano de ilustres lugartenientes que dieron alma y vida por su tierra, transmitiendo de generación en generación el valor de la tradición.

Hoy, Federico Mena Saravia integra la decimotercera generación ininterrumpida en el Valle de Hualfín y la cuarta generación de bodegueros. Es el artífice de la increíble transformación llevada a cabo en la finca, que guarda interesantes hechos históricos, desde relatos de las Guerras Calchaquíes hasta la visita del general Juan Galo de Lavalle.

Sus vinos de altura, que hoy se exportan a la Península escandiva, gozan de prestigio internacional, y están incluidos por Tim Atkin en su Argentina Special Report. El blend Federico Mena Saravia, el Torrontés Viña Centenaria y el Malbec Viña Centenaria ya forman parte del acervo de las cavas más exigentes. 

Foto Martín Paradiso

Bodega El Esteco (Cafayate, Salta)

Cafayate en Salta, “la tierra donde vive el sol”, como otrora se leía desde el cartel ubicado en la entrada, exhibe una amplia gama de bodegas. Bodega El Esteco, otrora Bodega La Rosa perteneciente a los hermanos David y Salvador Michel Torino, que heredara y gerenciara María Luisa Cambolibe Michel Torino, combina elegancia colonial con vinos intensos. Su antigua casa presenta un hotel boutique y el restaurante La Rosa, que recuerda merecidamente la antigua bodega.

La oferta gastronómica se potencia porque cada plato puede maridarse con sus propias etiquetas como Don David o Altimus. El entorno también ayuda, rodeada de viñas, la ruta de entrada a Cafayate pasa enfrente de ella.

Se pueden visitar los viñedos y disfrutar de su jardín degustando una copa de sus vinos. Otras actividades que ofrecen son cata a ciegas, paseos en bicicletas e intercambio de prácticas con enólogos para adentrarse en el mundo del vino.

Bodega Kaiken (Vistalba, Mendoza)

Con la Cordillera de los Andes como marco, la propuesta de esta bodega se circunscribe a brindar paz en un ambiente relajado, con el firme propósito de conectar con la naturaleza. La pregunta obligada viene de cajón: ¿Qué significa la palabra “kaiken”? El nombre alude a un ganso patagónico que atraviesa los Andes, como una vez lo hiciera el chileno Aurelio Montes, su fundador.

La propuesta incluye vinos orgánicos, caminata por los viñedos y la posibilidad de disfrutar de un picnic con productos regionales con el marco de la cadena montañosa que separa Argentina de Chile.

 Casa Vigil-El Enemigo (Maipú, Mendoza)

Alejandro Vigil, enólogo y empresario, ideó esta casa bodega como un universo literario donde lo sensorial se encuentra en primer plano. Inspirado en la “Divina comedia” de Dante Alighieri, cada sala nos introduce en los tres estadios del célebre poema: infierno, purgatorio y cielo.

La imaginación va más allá porque la idea es recorrerlos a la manera de un libro. Casa Vigil no solo ofrece sus vinos emblemáticos como Gran Enemigo o El Enemigo Bonarda, también ofrece una experiencia gastronómica muy atractiva. A modo del mítico El Bulli, aquel restaurante de Ferrán Adriá que ofrecía menú por pasos, los platos tienen inspiración en el arte y la historia.

Bodega Patritti (San Patricio del Chañar, Neuquén)

Y llegamos al sur de la Argentina, una de las zonas pioneras en la Patagonia. Esta bodega destaca por sus vinos frescos y elegantes, que sumados al ofrecimiento de una experiencia íntima y cercana crean un cálido entorno con marco del paisaje del sur con sus colores vibrantes en verano y terrosos en otoño.

También ofrece visitas guiadas, degustaciones y propuestas de comida regional con vinos de la casa. Los eventos culturales y artísticos se suman también a la oferta; la idea es mostrar que el sur, en materia de vinos, también existe.

Estas cinco bodegas tienen mucho en común, son elegantes, distintas y logran transmitir el ser del vino para introducir al visitante en un mundo fascinante. No importa saber distinguir un cabernet sauvignon de un cabernet franc, o un torrontés de un sauvignon blanc, lo importante es animarse a dar el paso, conocer y disfrutar la experiencia.

Para vivirla tampoco es necesario conocerlo todo. Basta decidirse a vivir días inolvidables. El ritual se inicia con un brindis, y quizá, por qué no, desencadene una pasión. Si el marco son los cerros de tonos chocolate de Hualfín, con el sol del valle como marco, un fresco torrontés como custodio y la historia de siglos de la ilustre familia Mena Saravia… no hay nada más que hablar.