Con el adelanto de US$ 12.000 millones por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), el equipo económico celebra un momento de solidez financiera que le permite cambiar el eje de la política cambiaria sin necesidad de una devaluación. El ministro Luis Caputo, lejos de conformarse, redobla la apuesta y ahora apunta a una apreciación del peso como vía para consolidar el orden macroeconómico.
La jugada no es nueva en la historia económica argentina, pero el contexto actual le da un matiz distinto. Con el respaldo de Washington, un esquema de flotación acotada y señales firmes desde la política, el Gobierno busca mantener al dólar en torno a los $1.000 y utilizar ese anclaje como herramienta para moderar la inflación.
Nuevo esquema, sin sobresaltos
El presidente Javier Milei fue categórico al definir que el Banco Central no intervendrá en el mercado hasta que el tipo de cambio toque el piso de la banda cambiaria. En ese marco, el dólar mayorista que reciben los exportadores ronda los $1.104, por debajo del valor que obtenían hace dos semanas bajo el esquema del dólar blend, que les permitía acceder a unos $1.130.
Sin intervención directa, el mercado se acomoda solo. Y, lejos de perder reservas, el BCRA se mantiene expectante. Caputo se jacta de haber modificado el régimen anterior de minidevaluaciones del 1% mensual por un sistema de flotación sin sobresaltos, con bandas claras y reglas transparentes.
Un objetivo explícito
El Gobierno no oculta que su estrategia de corto plazo es sostener un tipo de cambio real apreciado para ayudar a frenar la suba de precios. La inflación de marzo, que cerró en 3,7%, encendió algunas alarmas y motivó una respuesta rápida. Si el dólar se mantiene bajo y los salarios ganan poder de compra, el escenario político también se vuelve más favorable.
La apuesta recuerda a decisiones tomadas durante otros períodos, como el primer tramo de la gestión de Néstor Kirchner, aunque con diferencias clave. En aquella etapa, el precio internacional de la soja superaba los US$ 500 la tonelada. Hoy, la misma cotiza por debajo de los US$ 380.
El plan del oficialismo, sin embargo, se apoya en más de una variable. La habilitación para que inversores extranjeros ingresen capitales con la condición de permanecer al menos seis meses permite potenciar el «carry trade», una herramienta que puede reforzar el valor del peso si se sostiene la confianza.
Carry trade, tasa y dólar bajo
Las ganancias de quienes ingresen dólares, los cambien a pesos, inviertan en títulos del Tesoro y luego vuelvan al dólar, se maximizan si la cotización se mantiene en torno al piso. Según cálculos de la consultora Equilibra, en ese escenario podrían oscilar entre 24% y 44%. Por el contrario, si el tipo de cambio supera los $1.250, ese beneficio comienza a diluirse.
Para reforzar la estabilidad, el Banco Central decidió no tocar la tasa de política monetaria, pero los bancos elevaron los rendimientos para captar depósitos a plazo fijo. El objetivo es claro: contener la presión dolarizadora y sostener el atractivo de quedarse en pesos, al menos en el corto plazo.
Compromisos con el FMI
En el acuerdo con el Fondo, el Gobierno se comprometió a sumar US$ 3.700 millones a las reservas netas del BCRA hasta junio. En el tercer trimestre deberán incorporarse otros US$ 4.100 millones y US$ 6.900 millones más antes de fin de año. Para lograrlo, se combinan ingresos por exportaciones, sobre todo del agro, y la posibilidad —aún lejana— de colocar deuda en el mercado internacional, aunque el riesgo país sigue alto, en torno a los 720 puntos.
Lo concreto es que el respaldo político internacional es firme. El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, lo expresó sin eufemismos: «Si Argentina sufriera un shock externo del que no es responsable, estaría dispuesto a asistirla, siempre y cuando mantenga la actual orientación de su política económica».
Las claves del momento financiero
En el Palacio de Hacienda destacan cuatro factores como ejes de la solidez actual. El primero y más evidente es el desembolso de US$ 12.000 millones del FMI, que generó sorpresa entre operadores y fortaleció las reservas de forma inmediata.
El segundo es el momento del año: comienza el llamado “trimestre dorado” de liquidación de divisas por exportaciones agrícolas, lo que permitirá al Banco Central aumentar su tenencia sin necesidad de intervenir en el mercado.
Las otras dos razones son decisiones políticas del propio Presidente. Una es la advertencia al campo para que liquide antes de fin de junio, cuando volverían las retenciones. La otra es la ratificación de que no habrá compras oficiales de divisas hasta que el dólar llegue a $1.000. En otras palabras, no hay “piso defendido”, sino un piso esperado.
La señal de corto plazo es clara: mantener el dólar bajo en términos reales. Para un Gobierno que heredó una economía devastada, contener la inflación y ordenar las expectativas es una prioridad. Y la sobrevaluación del peso, en este contexto, se transforma en una herramienta útil para ganar tiempo, atraer capitales y reforzar la credibilidad.