El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, aterrizó este lunes en Buenos Aires con honores, abrazos con Javier Milei y promesas de amistad eterna entre gobiernos. La expectativa oficial era alta: se hablaba de un posible respaldo financiero extra, de una nueva línea de crédito o, al menos, de un gesto económico tangible tras el flamante acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Nada de eso ocurrió. La visita dejó fotos sonrientes, pedidos geopolíticos y ninguna novedad concreta para las reservas del Banco Central.
Fue el mismo día en que el Gobierno convalidó una nueva devaluación indirecta al liberar el cepo —tras jurar que no lo haría— y celebró con bombos y platillos el nuevo endeudamiento con el FMI, el presidente Javier Milei recibió al funcionario de Donald Trump como si se tratara de una coronación. Se probó la banda, se dejó guiar por Bessent en cada gesto, y hasta le pidió perdón por haber rechazado el ALCA en 2005. La frase “We are make Argentina great again” (sic) fue el broche de una jornada tan simbólica como vacía de contenido financiero.
Desde el Gobierno difundieron imágenes del mandatario, su ministro de Economía Luis Caputo y todo el equipo económico riéndose a carcajadas junto a Bessent. Pero detrás del acting optimista, la realidad es que el enviado del trumpismo vino a fiscalizar el ajuste, a felicitar el recorte del gasto público y a exigir el fin de los vínculos con China. Según reveló en una entrevista, su prioridad fue asegurarse de que Argentina no renueve el swap de monedas con el gigante asiático, más que anunciar nuevos apoyos.
No habrá crédito directo de Estados Unidos a la Argentina por ahora
La comitiva de Bessent incluyó empresarios, lobistas y figuras de la derecha norteamericana que mantuvieron reuniones con Milei en Casa Rosada. El despliegue, que incluyó un fuerte operativo de seguridad y restricciones de acceso a la prensa, tuvo más el tono de una visita imperial que el de un encuentro diplomático entre pares. Pese a la parafernalia, Bessent dejó en claro que no habrá por ahora ninguna línea de crédito directa del Tesoro estadounidense.
Mientras tanto, el Staff Report del FMI —al que el Gobierno accedió con su ayuda, según dijo Milei— confirmó lo que se venía temiendo: exigencias de reforma previsional, contención salarial, eliminación de subsidios y privatización de empresas públicas. El organismo reconoció además los «altos riesgos financieros» que representa Argentina y pidió acelerar exportaciones en energía y minería. En criollo: más sacrificios sociales sin ninguna garantía de recuperación a corto plazo.
A pesar de lo que se sugirió en Balcarce 50, no hubo nuevos desembolsos ni anuncios que alivien la presión sobre la economía argentina. Todo se redujo a una visita de control, donde Bessent hizo su diagnóstico, dio su aprobación ideológica al rumbo económico y pidió alinear la política exterior con los intereses de Trump. El mensaje fue claro: no habrá dólares nuevos, pero sí más condicionamientos.
Pero Milei lo celebró como si se tratara de un hito histórico. En tiempos donde sobran las fotos y escasean los billetes, el Gobierno apuesta a la narrativa de la «amistad estratégica» mientras profundiza su dependencia del Fondo. Por ahora, los dólares siguen sin aparecer.