(Por Carolina Mena Saravia para El Intransigente).- Los vinos para tomar en otoño, mejor conocidos como vinos de otoño, son un verdadera tentación que combina con la estación. Otoño, vino y moda no son conceptos aislados; lejos de tener poca o escasa relación entre ellos, los conceptos adquieren especial significado de cara a la estación de las hojas doradas y la belleza serena.
La combinación resulta atractiva, ya que toda vez que se habla de moda y vino hay una evocación al color y diseño de autor, una referencia directa a su nacimiento en el viñedo, y al diseño que se plasma en la bodega.
El hemisferio sur viste sus tonos terrosos. Una vez más da la bienvenida al frío, acondicionando la antesala con ventiscas que preanuncian la llegada del frío. Aunque falte un tiempo para la llegada del invierno, la idea es disfrutar de esta estación como mejor le queda a ella, con una copa de vino y echando mano de los primeros abrigos que invitan al confort del arrullo de la lana.
Imaginemos un escenario para recibirlo, un sillón confortable, un hogar que recibe sus primeros atisbos de fuego, en compañía de una copa de la bebida que más nos guste. ¿Algún indicio? Un buen tinto o un coñac vienen por añadidura.
“Cada maestrito con su librito”, escuchamos decir de tanto en tanto a algún precavido observador de la vida. En este caso bien cabría acotar: “Cada vestidito con su vinito”, afirmando que la moda, de la misma forma que abreva en la calle buscando inspiración, también puede ser ella misma fuente de inspiración para los momentos otoñales.

El vino y la moda
El vino es tendencia en el mundo. Saber de etiquetas, conocer detalles de su proceso y aprender a degustarlo no es tarea fácil. Desde hace unos años, las generaciones más jóvenes vienen echando un vistazo a la puerta de entrada a este mundo y hoy se atreven a ingresar de la mano de vinos sin madera, los tan mentados tintos jóvenes, esos que se dejan tomar fluidamente y se sirven por copas en los bares al paso o restaurantes.
La fuente de inspiración son las sensaciones, sí, aquellas que nos llevan a asociar los aromas y sabores del vino con determinados elementos. Vestirse para disfrutar y disfrutar en el vestirse… para eso, en la calidez de la tarde, cuando llegamos a casa después de una larga jornada de trabajo podemos apostar por un “sweater oversize”, extragrande. ¿Quién no tiene en su vestidor uno de estos muletos para toda estación?
El maridaje perfecto sería en este caso un vino rosado, tranquilo, amigable. No en vano estas etiquetas tienen en su currículum una nota de último momento: son los vinos que hoy tienen una mayor salida, y su desempeño anuncia un amplio crecimiento para los años venideros.
Cuando la lluvia nos sorprende, el “look” ideal es un “trench”, ese que una vez saltó desde las trincheras en la Segunda Guerra Mundial a las pasarelas de la mano de la firma inglesa Burberry, y desde allí su crecimiento vertiginoso lo llevó a ser replicado por distintas marcas, al punto que hoy los hay con infinidad de modelos, colores y texturas. “Al mal tiempo, buena cara”, y bastaría sumar a esto dos ítems: buena ropa y buen vino.
La suavidad de este género preparado para repeler las gotas de lluvia puede muy bien relacionarse con la suavidad y elegancia de un pinot noir, si es joven y frutado, tanto mejor. Además, tiene una frescura que no empalaga. Elegante y sobrio a la vez, como el “bouquet” que lo acompaña.
Retomando los “looks” XL, una bufanda mullida y un jean estilo “boyfriend” dan el marco perfecto para maridarlo con un buen tinto joven. La ausencia de madera, su sabor frutado y vigoroso hacen buena dupla con la deconstrucción que genera un jean dos talles más, de corte recto, hilachoso y desgastado.
Para una tarde en el campo, se impone el look gauchesco. Fieles a las bombachas y un buen par de botas, el caballo es la compañía ideal para un paseo al atardecer. El cuadro ideal se completa si, al apearse, se impone un vino con carácter, sólido y vibrante como su andar. Lo ideal sería que tenga notas de frutas negras, chocolate amargo, especias y cuero, acercándonos a la vivencia de un vino reserva, con crianza en barrica y un tiempo de guarda en botella. Lo bueno se hace esperar.

Vinos de otoño, claves para el atardecer
Música suave, tarde de sol y picnic al atardecer podría ser el escenario ideal para una puesta de sol otoñal. El “look” bohemio, con prendas “vintage” y colores vibrantes, mezclas de texturas y géneros, sombrero en mano, imponen un vino naranja. Este exponente de la Antigüedad hoy está de moda, pero su origen se remonta a siglos atrás. Con un color vibrante que recuerda a una copa de Aperol, el naranjo debe su nombre al color que se obtiene de la maceración de las uvas con sus hollejos para extraer todos los componentes de la fruta.
Completa su identidad cuando se cría en barricas para vino blanco. En una palabra, es un vino blanco con alma de tinto, como el atuendo que lo acompaña, sin pretensiones, relajado, pero no por ello menos sofisticado. El aroma a té y piel de naranja que despide la copa nos sugieren una estética tranquila.
¿Y el torrontés?, se estará preguntando el lector. “Tranquilos -contestaría un avezado interlocutor- siempre hay lugar para un fresco torrontés”. Acompañado de un menú regional típico del norte salteño, la presencia del clásico poncho, completaría el maridaje con este vino. El poncho comenzó siendo una prenda típica de los gauchos, por ello la variedad de colores y guardas que llevan, según la región del país de donde provienen.
Los conocedores de la calidad y exclusividad de la lana de vicuña siempre encuentran un momento para servirse una copa de malbec. El noroeste de Argentina, de donde proviene este exquisito tejido, ensambla con la identidad de un vino robusto, con cuerpo, propio de los exponentes de altura. La vicuña, que habita estos lares, retoza libremente con la timidez que la caracteriza, lejos de la amenaza de antaño, cuando los cazadores furtivos surgían de entre los montes para llevarse su preciada lana.
¿Quién dijo que la moda, las estaciones del año y el vino no tienen nada que ver? Cuando se trata de conceptos puros, las semejanzas están a la orden del día, y es posible degustar un determinado blend, en alguna estación del año, enfundados en un look tan original como variado. No se trata de ostentación, simplemente placer.