Carlo Ancelotti asumirá el mando de la selección de Brasil con una única consigna: conquistar el Mundial 2026. Esa es la presión explícita que pesa sobre el multicampeón italiano, elegido por la Confederación Brasileña de Fútbol para devolver al Scratch al lugar de privilegio que supo ocupar, pero que en los últimos años quedó en manos de Argentina, su clásico rival.
La llegada de Ancelotti rompe con una larga tradición en el fútbol brasileño: la de confiar siempre en entrenadores locales. Para encontrar antecedentes de técnicos extranjeros en la Verdeamarela hay que remontarse varias décadas, aunque ninguno con la dimensión y prestigio del ex DT del Real Madrid, que arriba con el aval de sus conquistas en Europa y con una reputación a prueba de cuestionamientos.
Kaká, Casemiro y Neymar: el eje del nuevo proyecto
Una de las primeras decisiones que marcarían el rumbo de esta nueva etapa es la convocatoria de viejos conocidos del técnico. Kaká, leyenda del fútbol brasileño e ídolo en el Milan de Ancelotti, podría sumarse al cuerpo técnico. A su vez, el entrenador pretende reconstruir una base de liderazgo con jugadores de peso como Casemiro y Neymar, con el objetivo de unir al grupo en torno a figuras reconocidas y experimentadas.
La influencia del italiano ya fue determinante en otros brasileños durante su última etapa en el Real Madrid. Jugadores como Vinícius Jr., que explotó su nivel bajo la dirección de Ancelotti, o Rodrygo, que pasó de ser clave en Champions League a perder terreno en minutos, son ejemplo de cómo el DT potencia —o frena— talentos. También aparece en escena Endrick, la joven promesa que despierta ilusiones de cara al futuro inmediato.
¿Pérdida de identidad o evolución estratégica?
La decisión de contratar a un entrenador extranjero ha generado todo tipo de reacciones en el país sudamericano. Algunos consideran que es una jugada desesperada, un último recurso para volver a lo más alto. Otros, en cambio, creen que representa una evolución natural en tiempos de fútbol globalizado. Lo que está claro es que Ancelotti deberá encontrar el equilibrio entre el sello histórico de Brasil y su propio estilo de conducción europea.
“Todo lo que no sea ganar el Mundial será un fracaso”, advierten varios medios deportivos locales. Con esa frase, se resume el nivel de exigencia que enfrentará el italiano. Acostumbrado a la presión y a dirigir a clubes de elite, ahora deberá trasladar ese temple a un seleccionado que lleva años persiguiendo sin éxito la sexta estrella.
El desafío más grande de su carrera
Con títulos en Champions, ligas locales y varios gigantes europeos en su currículum, Carletto no es ajeno a los objetivos ambiciosos. Sin embargo, nunca antes tuvo que asumir una responsabilidad tan simbólica para una nación futbolera como Brasil. Convertirse en el conductor de una selección que sueña con volver a lo más alto tras años de frustraciones no será tarea sencilla.
Ancelotti ya empezó a trazar su hoja de ruta, convocando nombres pesados y proyectando un equipo competitivo. Pero, por sobre todo, sabe que será juzgado por un único resultado: levantar la Copa del Mundo en 2026.