Las elecciones porteñas del domingo pasado dejaron mucho material para el análisis. Pero también expusieron con claridad una dinámica recurrente: ciertos sectores del periodismo, molestos por la forma y el fondo del nuevo Gobierno, buscan transformar cualquier hecho en una señal de crisis o debilitamiento. El caso más visible esta semana fue la columna de Carlos Pagni en La Nación, donde presenta el crecimiento de La Libertad Avanza (LLA) en los barrios acomodados de la Ciudad como un síntoma de «gorilización», pérdida de esencia o desconexión con los sectores populares.
Pero una mirada más completa permite ver lo contrario. Lo que muestran los comicios en la Ciudad no es una pérdida de identidad, sino una consolidación: LLA logró captar a un electorado históricamente esquivo y reconfigurar el mapa urbano en medio de una fuerte reestructuración del sistema de partidos. Lejos de ser una derrota social, se trata de una victoria política.
Adorni crece donde el PRO retrocede
El ascenso de Manuel Adorni, vocero presidencial y ahora figura política, no es un fenómeno desconectado del presente. Es consecuencia de un contexto. Los barrios del norte de la Capital, que durante años fueron el bastión natural del PRO, optaron por La Libertad Avanza. Esa transferencia de votos es clave: no se trata de que LLA haya abandonado a los sectores populares, sino de que está absorbiendo al electorado tradicional del macrismo, que hoy no encuentra referentes confiables en el espacio que alguna vez gobernó la Ciudad.
Pagni describe esta mutación como una “sustitución del PRO”, como si fuera un proceso casi biológico. Pero se olvida de una dimensión central: esa sustitución no es artificial ni impuesta; es el resultado del fracaso del PRO para renovarse, y de la potencia simbólica y política que hoy encarna Javier Milei.
La victoria de Adorni se apoya en 77 mil votos más que los obtenidos por Milei en primera vuelta. No es un voto ideológico puro, sino un voto de gestión, de convicción fiscal, de hartazgo con la política tradicional, y de apoyo explícito a un proyecto que todavía no traicionó sus promesas.
Los sectores populares no se fueron: resisten
El retroceso en los barrios del sur de la Ciudad —señalado en la columna de Pagni con especial énfasis— no implica una ruptura con los sectores populares. En todo caso, refleja una oscilación esperable tras un ajuste económico necesario y doloroso, al que nadie está exento. El votante más humilde no es ingenuo: sabe que los procesos llevan tiempo, y que el caos que heredó este Gobierno no se arregla con asistencialismo ni relato.
Lo relevante es que, a pesar del ajuste, la caída del voto libertario en esos circuitos fue marginal, apenas un par de puntos. Si esto lo comparamos con el desplome total del kirchnerismo en otros distritos del país, el apoyo al proyecto de Milei sigue siendo extraordinariamente sólido.
La crisis del PRO es estructural, no un mérito de LLA
Pagni sugiere que LLA se “repliega” sobre el electorado del PRO y por eso compromete su identidad. Pero omite un dato elemental: el PRO está vacío de contenido, sin liderazgos, sin narrativa, sin estructura territorial. Su caída no responde al avance del oficialismo, sino a su propio agotamiento. Mauricio Macri no logró capitalizar la elección. Jorge Macri perdió peso en la gestión. Y Patricia Bullrich, aunque conserva apoyo, decidió jugar desde adentro del nuevo oficialismo, no como figura de oposición.
La imagen de un Macri perseguido, desplazado o incluso humillado por la irrupción de Milei es un relato atractivo para ciertos sectores, pero poco consistente. El propio Macri fue quien se acercó a Milei, quien le tendió la mano, y quien ahora enfrenta el dilema de adaptarse a la nueva realidad o quedar fuera del juego. La ficción del “bullying libertario” encubre una verdad más simple: el Pro ya no es útil como herramienta de poder.
Qué pasa con los jóvenes y los votantes digitales
Pagni también apunta contra un supuesto “drenaje” joven por el escándalo de $LIBRA, el memecoin que circuló con la imagen de Milei. Sin embargo, no hay evidencia concreta de una fuga generacional masiva. El segmento joven es naturalmente más volátil, pero también más exigente. La distancia frente a ese episodio no responde al rechazo del proyecto, sino a un estándar más elevado en el plano ético. Aun así, las métricas de redes y los sondeos mantienen a Milei como la figura con mayor apoyo entre los menores de 30 años.
Más allá del episodio puntual, los jóvenes siguen viendo en Milei una ruptura real con el sistema. Su estética, su lenguaje directo, su conexión con referentes globales como Elon Musk, siguen vigentes. No se puede perder de vista que las elecciones legislativas tienen una lógica distinta: la movilización es menor, la emocionalidad también.
Liderazgo intacto, proyecto en transición
Pagni no se equivoca al identificar un cambio: lo que no acepta es la dirección de ese cambio. La Libertad Avanza no está perdiendo su esencia: la está ampliando. Y eso, en política, no es una derrota. Es una evolución.
Los sectores medios de la Capital, Córdoba, Rosario o Mendoza no votaron a Adorni porque les cayó simpático: votaron porque ven un rumbo, porque hay una coherencia entre el discurso y la acción, y porque, a pesar de las turbulencias, saben que este Gobierno llegó para terminar con la farsa de la moderación funcional al statu quo.
Mientras tanto, los sectores populares observan. Esperan. Algunos se retiran momentáneamente, pero no han abrazado ninguna alternativa mejor, porque no la hay. Y eso es lo que más duele a los analistas como Pagni: que Milei, incluso con errores, conserva el respaldo de quienes no tienen margen para equivocarse.