Sin lugar a dudas, Sergio Lapegüe ha sabido consolidarse como uno de los conductores más queridos de la televisión argentina. Esta vez, fue noticia debido a lo que comunicó delante de sus seguidores tras lo que fue su estreno en América TV con Lape Club Social.
Sin tapujos, se encargó de dejar una sentida reflexión. «Caminamos juntos por esta vida hermosa, y uno, a medida que avanza, va aprendiendo. Aprende del camino, pero también de los tropiezos, de las curvas inesperadas, de las subidas que agotan y de las bajadas que alivian. La vida te va enseñando lecciones que, con el tiempo, se vuelven parte de vos, te marcan para siempre. Y te das cuenta, perdón que lo diga así, que el dolor es temporal. Parece eterno cuando lo estás viviendo, pero pasa», comenzó diciendo.
«Y en ese tránsito, sin darte cuenta, ganás algo que puede quedarse con vos para siempre: fortaleza. Entonces, no deberías sentirte mal por estar mal un rato. Es parte del camino. Lo que construís en esos momentos difíciles es el espíritu, esa fuerza que te permite seguir enfrentando nuevos desafíos. Porque sí, claro que te vas a caer. Pero cada caída es una oportunidad de levantarte más fuerte, con más herramientas, con más historia. Y es verdad: las heridas dejan cicatrices. Pero esas cicatrices no son símbolos de derrota, son testigos de resistencia», aseveró.
De manera tajante, Sergio Lapegüe fue por más. «Son como mapas de todo lo que atravesaste. Duele, sí, pero también te enseñan. Y con el tiempo entendés que para sanar no hay atajos. Que el dolor tiene su proceso. Que lleva su tiempo. Que hay que transitarlo. Cuando algo se rompe por dentro, también es cierto que se abren espacios para reconstruirte desde otro lugar. Y eso es parte de vivir. Son aprendizajes que la vida te va dejando como migas de pan para que no pierdas el rumbo. Porque después de una tormenta uno no sale igual. Sale cambiado. Sale más sabio. A veces más liviano, otras veces más consciente. Pero nunca igual», comentó.
«Ahí es donde te cae la ficha. Decís: ‘Che, tengo que reaccionar. Esto también es parte del viaje’. Y mientras camino, voy entendiendo que no hay que apurarse para estar bien. Que no está tan mal estar mal un rato. Que llorar no es debilidad. Yo soy llorón, y aprendí que llorar es un desahogo, es una forma de liberar lo que no se puede poner en palabras. Es parte de ser humano. Y mientras tanto, hay abrazos que te sostienen. Siempre digo que el abrazo sana. Tiene algo mágico, una energía que reconforta», apuntó.
«Como una canción que te llega al alma, o un silencio que acompaña. Porque a veces no hace falta que te digan nada. A veces alcanza con que estén. Con que esas personas importantes estén ahí, al lado tuyo. Entonces entendés que las cicatrices no son marcas de derrota. Son evidencia de todo lo que fuiste capaz de atravesar. Y lo importante no es salir ileso, sino salir con ganas de seguir. Porque mientras haya un pedacito de fe, una chispa de esperanza, una mínima luz al fondo del camino, siempre va a haber un lugar para transitar. Siempre que haya una luz, va a haber un camino», sentenció Lapegüe.
