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¡Es oficial! Ángel Di María fue presentado en Rosario Central con un emotivo video: «bienvenido…»

El Fideo fue anunciado en las redes sociales del club.

Di María Benfica
Instagram de Ángel Di María

Algunas historias no terminan con un final feliz, sino con un nuevo comienzo. Como un río que se curva para reencontrarse con su cauce, Ángel Di María ha regresado al lugar donde todo inició: Rosario Central. No regresa vencido, sino invencible. A los 37 años, después de bordar su nombre en las camisetas más ilustres del mundo, el campeón del pueblo vuelve a casa con la misma humildad con la que partió.

18 años pasaron desde que ese chico flaco, veloz como una bicicleta cuesta abajo, cruzó el océano para vestir los colores del Benfica. Ahora, ese mismo club es el que lo despide, pero con la cabeza en alto y los botines listos: antes de aterrizar en Arroyito, disputará el Mundial de Clubes. Y su destino parece escrito por un guionista argentino: debutará nada menos que ante Boca Juniors. Porque en la vida de los grandes, todo parece estar orquestado por la épica.

Un video con un latido colectivo

No hizo falta una conferencia de prensa. Ni bombos ni alfombra roja. Solo un video de poco más de un minuto, tan simple como una pared de potrero, tan profundo como una canción de cuna. “Hola, acá estoy de vuelta”, dice Di María con voz calma. Y cada palabra golpea el pecho del hincha como si fuese un gol sobre la hora. “Soy Rosario Central”, afirma, como quien no necesita argumentos para defender su identidad.

Habla de seguir creciendo, de volar más alto. Y entonces, en la frase final, la piel se convierte en un campo de gallina: “Para volar vamos a necesitar tus alas. Bienvenido Ángel, te estábamos esperando”. Así, con la voz del barrio y el corazón en la garganta, Rosario entera abrazó al Fideo.

Un viaje de ida con regreso anunciado

La historia de Di María no es solo la de un futbolista. Es la de un pibe que supo que la pelota era su idioma antes de aprender a escribir. Que dejó su casa para cumplir un sueño, pero siempre supo dónde estaba su hogar. En Real Madrid levantó la Champions, en el PSG fue estrella, en la Selección Argentina tocó el cielo dos veces: primero en el Maracaná, después en Qatar. Pero en ningún lado le dijeron “te estábamos esperando” como en Rosario.

Porque un gol se grita. Una copa se celebra. Pero un regreso como este se llora en silencio, como se llora a los viejos amores que vuelven sin aviso.

El fútbol como promesa cumplida

Antes de vestir otra vez la azul y amarilla, el Fideo tiene una última batalla europea. Será con el Benfica, en suelo norteamericano, donde enfrentará a gigantes como Bayern Múnich y Auckland City, además del duelo ya señalado con Boca. Esa será su despedida del viejo continente. No será con lágrimas: será con goles, con gambetas, con todo lo que él sabe dar.

Después, el Gigante lo espera. No con honores, sino con brazos abiertos. No con fuegos artificiales, sino con mate caliente y banderas en el balcón. Porque Di María no es un fichaje: es una parte del alma del club que se había ido a recorrer el mundo.

Un jugador que todavía vuela

En la última temporada, Ángel disputó 40 partidos con Benfica, marcó 15 goles y dio 10 asistencias. Su rendimiento no fue el de un veterano: fue el de un jugador en plenitud. Recibió cinco amarillas y ni una roja, como si supiera que cada partido era una obra que no merecía ser interrumpida.

Vuelve con el corazón intacto, con las piernas vivas, con la historia detrás y con el futuro por delante. Rosario no solo lo recibe: lo necesita. Porque hay momentos en que el fútbol se parece a la vida, y en que un ídolo no vuelve para ser aplaudido, sino para recordarnos por qué amamos este juego.