Mientras el gobierno de Javier Milei celebra el avance de su proyecto político, puertas adentro crecen las diferencias entre dos figuras clave del círculo presidencial: Karina Milei y el asesor estrella Santiago Caputo. Aunque ambos integran lo que el propio Presidente define como el “triángulo de hierro”, en la práctica ese esquema está lejos de ser equilibrado. Y en la cima del poder libertario, una tensión cada vez más palpable amenaza con reconfigurar los roles.
Desde el entorno de la secretaria general de la Presidencia, aseguran que Karina sigue con atención cada movimiento del asesor. La sospecha es clara: Caputo busca ampliar su influencia y disputar espacios que hasta ahora eran exclusivos de la hermana del Presidente.
La disputa no es nueva, pero se intensificó tras la salida de Nicolás Posse, el exjefe de Gabinete que actuaba como contrapeso interno. Con ese puesto vacante, Caputo habría comenzado a capitalizar su cercanía con Milei y a avanzar sobre terrenos políticos que, tradicionalmente, controla Karina.
El malestar dentro del karinismo creció a medida que el asesor presidencial empezó a desplegar su propia estrategia territorial. Según informó NA, la molestia no es tanto con Caputo, sino con su entorno, al que acusan de operar mediáticamente y de intentar construir una identidad paralela a La Libertad Avanza.
El enfrentamiento se evidencia, sobre todo, en la discusión por el armado electoral. Mientras Karina apuesta a listas «puras», con fuerte identidad violeta y candidatos propios –con el respaldo de Eduardo “Lule” Menem, Sebastián Pareja y Martín Menem–, Caputo promueve una política de alianzas con partidos provinciales y sectores afines, aun si eso diluye la marca libertaria.
Aunque públicamente ambas partes bajan el tono y prefieren hablar de “diferencias de criterio”, en los pasillos de Balcarce 50 reconocen que la disputa por el poder político real ya está en marcha. Y si bien Javier Milei se mantiene distante del conflicto, también se encarga de monitorear el tablero, sabiendo que un mal movimiento podría resquebrajar el equilibrio de su propio gobierno.
Por ahora, ambos bandos coinciden en una premisa: evitar que la sangre llegue al río antes de octubre. Pero nadie en Casa Rosada se anima a afirmar que ese pacto de no agresión pueda durar demasiado. En una administración donde el poder está concentrado en tan pocas manos, cada gesto, cada foto y cada silencio se leen como parte de una partida más grande.
Y mientras el Presidente se mantiene enfocado en la economía, sus dos colaboradores más cercanos juegan una partida sorda por el corazón político del oficialismo. Una guerra fría libertaria, que apenas comienza.