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POLÍTICA

El PRO advierte que sin la UCR no alcanza para frenar a Cristina Kirchner en Provincia: «Nos vamos a quedar cortos»

La postulación de la exmandataria a diputada provincial desordenó los planes de la oposición. En el PRO crece la presión para ampliar el frente con los radicales.

PRO

El escenario electoral bonaerense dio un giro inesperado con la oficialización de Cristina Kirchner como candidata a diputada provincial. Su movida reconfiguró la estrategia de la oposición y encendió alarmas dentro del PRO, donde ya anticipan que no será suficiente un acuerdo con La Libertad Avanza para derrotar al kirchnerismo en las urnas.

“Nos vamos a quedar cortos”, advirtió sin rodeos Soledad Martínez, intendenta de Vicente López y figura clave en el armado provincial del PRO. Su planteo dejó al desnudo las tensiones internas en la coalición opositora, donde sectores amarillos presionan para sumar a la UCR y evitar una derrota que podría consolidar el poder de CFK en el conurbano.

El desafío de contener a todos

Martínez fue contundente: «Si queremos ganarle a Cristina, no alcanza con el PRO y LLA». Su advertencia apunta directamente a la necesidad de ampliar el frente con otros espacios opositores, en especial con el radicalismo bonaerense. Aunque por ahora no hubo un ofrecimiento formal, hay canales de diálogo abiertos y expectativas cruzadas.

Desde el radicalismo, sin embargo, piden algo más que gestos: aspiran a lugares concretos en las listas. “Cualquier dirigente radical va a reclamar un porcentaje”, reconoció un legislador provincial. La dificultad no es solo política, también matemática: entre diputados, senadores, concejales y consejeros escolares, hay más de 2.200 cargos en juego.

Triunfalismo libertario vs. pragmatismo PRO

Mientras el PRO llama a ampliar el frente, desde el riñón libertario apuestan por una estrategia de confrontación directa. Para figuras como Nahuel Sotelo, secretario de Culto, la presencia de Cristina en la boleta es una oportunidad: “Cualquiera de los pibes de LLA le compite”, afirmó, con una lectura que contrasta con el realismo de Martínez y otros intendentes.

Los libertarios consideran que CFK sigue controlando la Tercera Sección y que polarizar con ella puede favorecer su narrativa. Pero en el PRO temen que ese planteo sea funcional a una derrota: creen que subestimar la maquinaria peronista sería un error fatal.

Resistencias internas y fragmentación amarilla

No todos en el PRO están dispuestos a ir con LLA. Algunos dirigentes temen perder identidad y rechazan el “cambio de camiseta” de amarillo a violeta. Los hermanos Passaglia —uno intendente y el otro exintendente de San Nicolás— calificaron el acuerdo como una “estafa electoral” y anunciaron la creación de su propio partido para competir en septiembre.

En el otro extremo está Ramón Lanús, intendente de San Isidro, que defiende la alianza con los libertarios: “Hoy la idea del cambio la lidera Milei. Cristina es parte de un sistema que hace 20 años no resuelve nada”, sostuvo. Su postura refleja la fractura interna entre pragmáticos y puristas dentro del PRO.

Las listas, el tiempo y las presiones

El armado electoral está en marcha contrarreloj. El plazo para definir listas vence el 17 de agosto y las elecciones bonaerenses desdobladas están previstas para el 7 de septiembre. Son apenas tres semanas de campaña donde cada espacio intentará imponer candidatos y cerrar acuerdos sin dinamitar la frágil unidad.

Mauricio Macri, en tanto, se mantiene al margen, sin agenda pública y sin intervenir de forma directa. Pero el movimiento de CFK obliga a todos a posicionarse. José Luis Espert ya adelantó que quiere encabezar una lista nacional, aunque sabe que la pelea bonaerense también será su espejo.

Un tablero cada vez más complejo

El riesgo de una oposición fragmentada es real. La posibilidad de que Kirchner regrese con fueros encendió las alertas y expuso las diferencias tácticas entre quienes priorizan ganar territorio y quienes prefieren sostener la pureza ideológica.

El PRO sabe que solo no alcanza. Pero abrir el juego implica ceder lugares, aceptar tensiones y apostar por una coalición más amplia. El dilema es claro: mantener la identidad o ganar la elección. Y el reloj ya está corriendo.