La Casa Rosada encendió las alertas. El bloque opositor logró darle media sanción en Diputados a una serie de iniciativas previsionales que reavivaron el fuego cruzado en el Congreso: un nuevo aumento para los jubilados, la restitución de la moratoria previsional y la declaración de la emergencia en discapacidad. Aunque el Gobierno nacional anticipó que vetará estos proyectos por su alto costo fiscal, el foco se trasladó rápidamente a otro escenario: ¿podrá sostener esos vetos si el Senado también los aprueba?
La amenaza de veto presidencial, lejos de disciplinar, abrió el margen de especulación política. Varios aliados tácticos de La Libertad Avanza —e incluso legisladores que en el pasado votaron con el oficialismo— decidieron correrse. Algunos se abstuvieron. Otros directamente no asistieron a la sesión. Pero lo más inquietante para el Ejecutivo es que este nuevo escenario dejó al descubierto el margen ajustado del oficialismo para defender su postura en una Cámara cada vez más volátil.

El número clave: el tercio en Diputados
Para que un veto presidencial quede firme, el Poder Ejecutivo necesita que al menos un tercio de los diputados presentes lo respalden. Eso equivale a 86 votos si hay quórum completo. En la votación por el aumento de las jubilaciones, la oposición cosechó 142 votos a favor y el oficialismo 67 en contra. Ningún sector parece tener el control absoluto: el desenlace dependerá de quién logre alinear o retener más voluntades el día de la votación de insistencia.
En el caso de la moratoria previsional, la votación fue más pareja: 111 votos afirmativos, 100 negativos y 15 abstenciones. El oficialismo confía en que este proyecto sí podrá ser vetado sin sobresaltos.
La declaración de la emergencia en discapacidad, sin embargo, fue respaldada por 148 diputados, contra 71 que votaron en contra. Ese número —sumado a las ausencias— alcanzó los dos tercios de los presentes. Si ese esquema se repite, el veto presidencial podría ser rechazado.
Aliados que giraron y gobernadores que se alejaron
Un dato que inquieta al Gobierno es la actitud de varios gobernadores que en el pasado jugaron a favor de sostener los vetos. Tucumán es el caso más llamativo: los tres diputados que responden a Osvaldo Jaldo (Agustín Fernández, Elía Marina Fernández y Gladys Medina) apoyaron los tres proyectos, pese a haber estado entre los “87 héroes” que el presidente Milei agasajó con un asado el año pasado por votar a favor del veto a la fórmula jubilatoria.
El propio Jaldo salió a justificar el cambio de postura con un discurso ambiguo, hablando de los derechos de los jubilados y de las personas con discapacidad. Un mensaje que, más allá de la retórica, implica un distanciamiento con el Gobierno en un tema sensible y con alto impacto fiscal.
En San Juan también hubo señales mixtas: el gobernador Marcelo Orrego tuvo un voto a favor y otro ausente de su bloque Producción y Trabajo. El año pasado ambos se habían alineado con el oficialismo. Hoy, la incertidumbre domina la escena.
El PRO se fractura y los radicales peluca vuelven a zigzaguear
Tampoco pasó desapercibida la postura del sector más cercano a Mauricio Macri. Nueve diputados del PRO se abstuvieron en la votación del aumento a los jubilados, diferenciándose del bullrichismo y del sector que responde a Cristian Ritondo, que votaron en contra junto a los libertarios. María Eugenia Vidal, Silvia Lospennato y Daiana Fernández Molero se ubicaron en esa zona gris. No dijeron que sí, pero tampoco respaldaron a Milei.
La Casa Rosada deberá evaluar cómo reencauzar la relación con este grupo si quiere sumar sus votos para sostener el veto. En pleno año electoral, el tironeo por las listas bonaerenses influye directamente en este tipo de decisiones parlamentarias.
Del lado radical, el misionero Martín Arjol —conocido por su peluca libertaria— volvió a jugar por libre. Estuvo ausente mientras hacía campaña en su provincia. El año pasado fue clave para sostener un veto, pero hoy ni siquiera tiene asegurado su futuro político: quedó fuera de la UCR, no cerró con LLA y competirá con el Partido Libertario.
Arjol integra la llamada “Liga del Interior”, un bloque de radicales expulsados que viraron hacia posiciones más cercanas al mileísmo, aunque sin compromiso explícito.
El riesgo de perder por ausencias
El oficialismo necesita 86 votos negativos para sostener el veto. No se calcula sobre el total de 257 diputados, sino sobre los presentes. Es decir, cada ausencia de un aliado o abstención puede inclinar la balanza en contra del Gobierno.
En este contexto, la Casa Rosada no solo deberá negociar apoyos. También deberá evitar que sus socios especulen con el rédito electoral de la abstención o la falta de quórum. Como señaló con crudeza un diputado dialoguista: «Milei va a construir a los 87 con los cierres de listas».
La advertencia no es casual. El Presidente ya dejó en claro que está dispuesto a usar todas las herramientas a su alcance, incluso el recorte de fondos a las provincias, para sostener su programa. Entre zanahoria y garrote, Milei se juega algo más que un veto: su autoridad política.